domingo, 4 de diciembre de 2016

El silencio administrativo, por el P. Santiago Martin

Este es un vídeo imprescindible para tomar conciencia de dos cosas:

- La teología moral católica sexual no va a cambiar, lo intente quien lo intente, porque toda la moral católica se iría por el mismo sumidero.

- Tenemos que recuperar el nombre, la figura y el enamoramiento de Cristo el Señor. Ya casi ni se le menciona ni se le nombra. La nueva evangelización ha desaparecido de la acción de la Iglesia cotidiana. Dejamos de evangelizar? Como conocerán a Cristo si no hablamos de El, si esconden hasta su imagen?


domingo, 5 de junio de 2016

¿Dones de la reforma?

Dios puede sacar bien de donde quiera, incluso del pecado. Pero esto no nos autoriza ni a buscar el pecado ni a bendecirlo, ni a dar gracias a Dios por él.

Siempre tenemos que dar gracias a Dios por su acción y poder transformador que hace que del mal se derive una consecuencia positiva para nosotros. Pero no porque el mal sea bueno sino porque Dios puede transformar sus consecuencias, lo cual implica necesariamente una compensación en el mal causado.

Dios ni autoriza ni bendice el mal, ni puede hacerlo. El mal es consecuencia de nuestra propia libertad.

Por eso, no puedo estar de acuerdo con ninguna acción que pueda implicar una celebración o conmemoración de la reforma protestante de Lutero, ni nada que implique pedir un perdón por una falta que no alcanzo a ver siquiera su existencia.

¿La reforma nos ha traido bienes? Indiscutiblemente no, pues ha ocasionado que muchas personas hayan podido encontrar la condenación por su medio aparte de las consecuencias que nos llegan hasta hoy mismo de tergiversación de la doctrina y la naturaleza de Dios reveladas por Cristo y sostenidas por el Magisterio de la Iglesia.

Mientras Lutero en Europa se encargaba de robar fieles a la Iglesia Católica, en América se producía una intervención divina por la que sí tenemos que dar gracias a Dios: la aparición y el mensaje de la Virgen de Guadalupe. Los millones de fieles que Lutero acaparó con su error en Europa fueron devueltos a la Iglesia en forma de conversiones masivas a raiz de la impresión en la tilma de San Juan Diego.

Mientras la Virgen de Guadalupe acababa definitivamente con los sacrificios humanos en el nuevo conteninente, aquí en Europa muchos se apartaban de la fuente de la Vida.

Damos gracias a Dios por este fenómeno extraordinario, pero no lo hacemos porque la acción de Lutero pudiera haberlo provocado en la voluntad insondable de Dios.

Damos gracias por el testimonio de fe de los mártires, allá donde se hayan producido sus sacrificios martiriales, pero no podemos dar gracias porque el mal haya ocasionado la muerte de personas por la defensa de su  fe. No damos gracias por las persecuciones de Diocleciano, ni por la revolución cristera ni por las infames persecuciones de la Guerra Civil española. Como tampoco lo hacemos por lo innumerables mártires que hoy dan su fe por Cristo.

Sus testimonios quedan inscritos con sangre y fuego en el Libro de la Vida, pero no nos alegramos en ningún modo de las causas que los provocaron, antes bien las denunciamos y queremos que se acaben con ellas. Por tanto tampoco podemos dar gracias a Dios por la causa que origino tantos martires que murieron ante los luteranos y anglicanos por su fe católica.

Vale más el testimonio de Santo Tomás More o de San Juan Fisher que el de muchos eclesiásticos de hoy.

Un acto del mal no puede convertirse en motivo de satisfacción ni celebración en ningún modo.
Nadie festeja la amputación de un miembro de su cuerpo. Y en este caso, un miembro del cuerpo no es un sujeto digno de ser considerado autonónmamente al propio cuerpo. Pero los que abandonaron la Iglesia por culpa de Lutero si fueron y son personas que siguieron su egoismo y engaño y que pusieron seriamente en juego su salvacion al apartarse de la fuente segura del camino hacia el cielo.

Ningún celo ecuménico es digno de atención si lleva parejo la distorsión del único sentido que tiene la Iglesia en este mundo: ser el vehículo de salvación para todo el género humano. Jugar a la unidad aunque la salvación destinada a todos se convierta en algo relativo o secundario no es otra cosa sino debilitar la misión primordial de la Iglesia.

Cuántas excusas futiles sirvieron para amparar tales fracturas en la Iglesia: la venta de indulgencias o un divorcio no pueden servir de justificación para hacer construcciones teológicas en el vacío que pretendamos ahora venir a alabar o mirar con buenos ojos cuales siervos embelesados con el traje nuevo del emperador.

Nadie duda de la existencia del pecado personal. Pero ay del pecado que sirve de escándalo (mala enseñanza) a otros. Ay de aquel que lleva al error a sus hermanos.

Nada, por tanto, que celebrar.

Otros enlaces:
La argucia principal del diablo
La cruz, la puerta de la salvación
Una tabla de consuelo y salvación

miércoles, 25 de mayo de 2016

Instrumentos de las buenas obras o del arte espiritual, de San Benito

La Regla de San Benito fue la primera regla de vida monástica que sirvió para regir la vida en común de los monjes mediante el retiro del mundo.

Este modo de vida se dio en la Iglesia primitiva desde los primeros tiempos dado que muchos anacoretas se retiraron al desierto a vivir la soledad en la adoración y contemplación de Dios. Sin embargo, San Benito fue el primero que instituyó la vida en común de sus monjes que vivían así retirados del mundo recluidos en un monasterio.

Sobre la Regla de San Benito se han basado muchas formas de vida en común posteriores en la Iglesia, como algunas órdenes mendicantes, por lo que ha sido de una importancia extraordinaria.

En el capítulo 4, San Benito hace una exposición sucinta de lo que él llama "Instrumentos de las buenas obras o del arte espiritual" que no son otra cosa sino consejos dirigidos a sus monjes para llevar una vida cristiana recta. Estos instrumentos han sido objeto de estudio en muchas ocasiones como propuestas de San Benito para la vida espiritual.

Yo simplemente me voy a fijar en uno, si bien todos los demás son dignos de la misma consideración. Lo he resaltado con letra cursiva en el texto: cuando tengas malos pensamientos, estréllalos inmediatamente contra Cristo. Malos pensamientos de cualquier tipo, de los que nos atosigan, de los que nos sobrevienen para robarnos la paz, de los que perturban nuestra tranquilidad en la presencia de Dios. Este consejo de San Benito no llega hasta hoy y debemos hacer uso de él en la medida de nuestras necesidades.

A continuación transcribo la totalidad de dichos consejos de San Benito:

Instrumentos de las buenas obras:

Ante todo amar al Señor con todo el corazón, con toda el alma, y con todas las fuerzas,
y además al prójimo como a sí mismo.
Y no matar.
No cometer adulterio.
No hurtar.
No codiciar.
No levantar falso testimonio.
Honrar a todos los hombres,
y no hacer a otro lo que uno no desea para sí mismo.

Negarse a sí mismo para seguir a Cristo.
Castigar el cuerpo.
No darse a los placeres,
amar el ayuno.
Aliviar a los pobres,
vestir al desnudo,
visitar a los enfermos,
dar sepultura a los muertos,
ayudar al atribulado,
consolar al afligido.

Hacerse ajeno a la conducta del mundo,
no anteponer nada al amor de Cristo.
No consumar los impulsos de la ira,
ni guardar resentimiento alguno.
No abrigar en el corazón doblez alguna,
no dar paz fingida,
no cejar en la caridad.
No jurar, por temor a hacerlo en falso;
decir la verdad con el corazón y con los labios.

No devolver mal por mal,
no inferir injuria a otro e incluso sobrellevar con paciencia las que a uno mismo le hagan,
amar a los enemigos,
no maldecir a los que le maldicen, antes bien bendecirles;
soportar la persecución por causa de la justicia.

No ser orgulloso,
ni dado al vino,
ni glotón,
ni dormilón,
ni perezoso,
ni murmurador,
ni detractor.

Poner la esperanza en Dios.
Cuando se viera en si mismo algo bueno, atribuirlo a Dios y no a uno mismo;
el mal, en cambio, imputárselo a sí mismo, sabiendo que siempre es una obra personal.

Temer el día del juicio,
sentir terror del infierno,
anhelar la vida eterna con toda la codicia espiritual,
tener cada día presente ante los ojos a la muerte.
Vigilar a todas horas la propia conducta,
estar cierto de que Dios nos está mirando en todo lugar.

Cuando sobrevengan al corazón los malos pensamientos, estrellarlos inmediatamente contra Cristo y describirlos al anciano espiritual.
Abstenerse de palabras malas y deshonestas,
no ser amigo de hablar mucho,
no decir necedades o cosas que exciten la risa,
no gustar de reir mucho o estrepitosamente.

Escuchar con gusto las lecturas santas,
postrarse con frecuencia para orar,
confesar cada día a Dios en la oración con lágrimas y gemidos las culpas pasadas,
y de esas mismas culpas corregirse en adelante.

No poner por obra los deseos de la carne,
aborrecer la propia voluntad,
obedecer en todo los preceptos del abad, aun en el caso de que él obrase de otro modo.

No desear que le tengan a uno por santo sin serlo, sino llegar a serlo efectivamente para ser así llamado con verdad.
Practicar con los hechos de cada día los preceptos del Señor;
amar la castidad,
no aborrecer a nadie,
no tener celos,
no obrar por envidia,
no ser pendenciero,
evitar toda altivez.
Venerar a los ancianos,
amar a los jóvenes.
Orar por los enemigos en el amor de Cristo,
hacer las paces antes de acabar el día con quien se haya tenido alguna discordia.

Y jamás desesperar de la misericordia de Dios.

Otros enlaces:
¿Por qué el símbolo del pez?
Una tabla de consuelo y salvación: citas bíblicas y espirituales para nuestras necesidades
Pensamientos para el día a día


lunes, 23 de mayo de 2016

Los pasos del silencio, videos de la vida monástica

Hace algún tiempo, la cadena de televisión TV2000, propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana, realizó una serie de reportajes, llamados "Los pasos del silencio" (I passi del silenzio) para mostrar la vida de ciertos conventos contemplativos de Italia, tantos de monjes como monjas.

No son propiamente documentales con extensas explicaciones históricas o artísticas de los lugares visitados, sino más bien testimonios del silencio, de la liturgia y de la vida de esos consagrados.

La gran mayoría de ellos son lugares desconocidos para el común de los fieles, lo que los hace más valiosos.

Y quizás lo más precioso de todos ellos es lo que menos aprecia el mundo: el valor del silencio y el testimonio de fe de los monjes y monjas que ponen en palabras su experiencia de Dios en la vida consagrada.

Cap. 1 - Dominus Tecum (Cistercienses)

Cap. 2 - Mater Ecclesiae (Benedictinas)

Cap. 3 - Eremo di Mosciano

Cap. 4 - Frattochie (Trapa)

Cap. 5 - Macerata (Dominicas)

Cap. 6 - Lecce

Cap. 7 - Santi Quattro Coronatti (Roma - Agustinas)

Cap. 8 - Otranto (Clarisas)

Cap. 9 - Ronciglione

Cap. 10 - Pulsano

Cap. 11 - Camerino

Cap. 12 - Siloé

Cap. 13 - Varazze

Cap. 14 - San Giovanni Rotondo

Cap. 15 - Monasterio di San Damiano

Cap. 16 - Visitandinas (Pinerolo)

Cap. 17 - Abadia di Piona (Cistercienses)

Cap. 18 - Santa Catalina de Alejandría (Urbino)

Cap. 19 - Monasterio San Cosme y San Damián

Cap. 20 - Cottolengo (Turín)

Otros enlaces:
44 preguntas y respuestas sobre Jesús
18 testimonios de que la Santa Misa es sacrificio
Dios ve nuestros problemas desde otra perspectiva

jueves, 19 de mayo de 2016

El bautismo de Alegretta, la niña judía

Por lo que se refiere al bautismo dado a Alegretta, niña judía de unos tres años... contra la voluntad de los padres, los cardenales han decretado que la pequeña niña está verdaderamente bautizada, puesto que concurren la materia, la forma y la intención, que el bautismo puede ser certificado por un solo testigo y aunque los hijos de judíos no pueden ser bautizados contra la voluntad de los padres, si a pesar de todo de hecho son bautizados, el bautismo es válido y el carácter se imprime.

Que la niña bautizada debe ser educada por parte de los cristianos; que la mujer que la ha bautizado debe ser duramente advertida, para que en el futuro se abstenga de cosas semejantes.

Que después debe ser notificado el pueblo que no es lícito bautizar a los hijos de judíos contra la voluntad de los padres porque, aunque el fin es bueno, los medios sin embargo no son lícitos, sobre todo desde el momento en que está en vigor la bula de Julio III que impone la pena de 1000 ducados y la suspensión de los que bautizan a los hijos de judíos contra la voluntad de los padres.
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Decreto del Santo Oficio, de 23 de julio de 1639, bajo el pontificado de Urbano VIII.
Denzinger, ed. 38, n. 1998.


Parece que el Santo Oficio se tomaba muy en serio el tema del respeto a la libertad de toda persona, primero de los dones entregados por el Creador a Adán y Eva en el paraíso (Gn 2, 16-17). La salvación cristiana es siempre una oferta a todos, no una imposición. Porque hasta el alimento más sublime tomado a la fuerza sabe bien amargo.

Los castigos no eran cosa de tomarse a broma: 1000 ducados y suspensión a divinis (prohibición de administrar los sacramentos).

El fin no justificaba entonces los medios en la Iglesia. Aunque el fin sea el más sublime (la salvación eterna) los medios no pueden olvidarse, porque la salvación y la necesaria conversión a Dios ha sido siempre una oferta para todos, que tenemos que llevar a los confines del mundo. Cambiar los medios que nos alcanzan la salvación no puede justificarse por el gran bien que dicha salvación es.

Es necesario recuperar el espíritu misionero que llevo a tantos en el pasado a llegar a tierras lejanas para predicar el evangelio. Ojalá toda la Iglesia recupere el impulso necesario para ser conscientes de que si no llevamos a Cristo a todos, no lo conocerán y así no podrán adorarlo.

Interpretar una oferta de conversión y salvación a todos, siguiendo las palabras del propio Jesús (Mt 28, 19) como una "conquista" es simplemente una falsedad. La prueba está en este escrito del Santo Oficio de 1639. Entonces Urbano VIII era simplemente católico (=universal). Y decir eso, es decirlo todo.

Otros enlaces:
¿Qué es el Denzinger?
El marco moral que se nos ha dado es inmutable
¿Cuál es la verdadera libertad?

martes, 17 de mayo de 2016

44 preguntas sobre la vida de Jesús

El profesor de la Universidad de Navarra Don Francisco Varo publicó en 2006 en editorial Planeta un magnífico libro titulado "¿Sabes leer la Biblia?" de lectura recomendada para todo quien quiera introducirse en el conocimiento más profundo de las Sagradas Escrituras.

Él, junto con otros profesores, elaboraron hace unos años un canal de videos en Youtube con 44 preguntas y respuestas claras y breves sobre la vida de Jesús. En este artículo me he limitado a recoger los enlaces a dichos videos para facilitar su acceso. Todo lo bueno de los videos pertenece exclusivamente a sus autores. Cada vídeo tiene una duración de 3-4 minutos.

Tocan temas muy interesantes como quiénes eran los principales personajes que intervinieron en la Pasión de Cristo, así como circunstancias que rodearon a su muerte, como si verdaderamente resucitó o no.

1. ¿Fueron los milagros de Jesús trucos de magia?

2. ¿Por qué fue condenado Jesús a muerte?

3. ¿Tuvo hermanos Jesús?

4. ¿Qué relación hubo entre Jesús y la Magdalena?

5. ¿Qué relación hubo entre Pedro y María Magdalena?

6. ¿Qué ocurrió realmente en la Última Cena?

7. ¿Fue Jesús un revolucionario?

8. ¿Jesús resucitó realmente?

9. ¿Jesús era soltero o estuvo casado?

10. ¿Hay documentos históricos de Jesús fuera de la Biblia?
¿Qué es el Testimonium Flavianum?
11. El idioma en que hablaba Jesús, ¿era griego, latín, o cuál?

12. ¿Jesús fundó realmente la Iglesia o es una invención?

13. ¿Quién era Caifás?

14. ¿Qué era el Sanedrín?

15. ¿Cómo fue la muerte de Jesús?

16. ¿Qué sucedió en el Concilio de Nicea?

17. Fariseos, saduceos, esenios, celotes, ¿quiénes eran?

18. ¿Qué relación tuvo Jesús con Roma?

19. ¿Qué actitud mostraba Jesús ante las prácticas de penitencia?

20. ¿Quién fue José de Arimatea?
¿Qué es la unión hipostática?
21. ¿Quién fue el emperador Constantino?

22. ¿Qué fue el Edicto de Milán?

23. ¿Cuál es el estado de la investigación sobre Jesús?

24. ¿Qué es el evangelio de Judas?

25. ¿De qué trata el evangelio de María Magdalena?

26. ¿Quién fue María Magdalena?

27. ¿Quién fue Poncio Pilato?

28. ¿Qué se sabe realmente de Jesús?

29. ¿Qué es el Santo Grial?

30. ¿Dónde nació Jesús?
¿Qué significa IC XC NIKA?
31. ¿De qué manera se escribieron los evangelios canónicos?

32. ¿Qué diferencias hay entre evangelios canónicos y evangelios apócrifos?

33. ¿Qué fue la estrella de Belén?

34. ¿Fue un hecho histórico la matanza de los inocentes?

35. ¿Qué es la biblioteca de Nag Hammadi?

36. ¿Cuáles y cuántos son los evangelios canónicos y los apócrifos?

37. ¿Quiénes eran los apóstoles?

38. ¿Era normal que Jesús estuviera rodeado de tantas mujeres?

39. ¿Qué quiere decir la virginidad de María?

40. ¿Qué es el evangelio de Felipe?
La última oración de Jesús, el salmo 22
41. ¿Qué influencia tuvo San Juan Bautista sobre Jesús?

42. ¿Jesús nació en Belén o en Nazaret?

43. ¿Qué aportan los manuscritos de Qumrán?

44. ¿Estuvo casado San José por segunda vez?


Otros enlaces:
¿Tenemos que poner siempre la otra mejilla?
Jesús, el gran Ingeniero del mundo
Las 7 presencias de Cristo








domingo, 15 de mayo de 2016

El pelagianismo en 5 puntos


El pelagianismo es una herejia nacida en la Iglesia en el siglo V de nuestra era inspirada por un monje llamado Pelagio. Su doctrina equivocada fue rebatida intensamente por San Agustín, entre otros, y declarada herética por el Papa Zósimo en 418.

La repercusion que tenga para nosotros esta herejía se basa en que modernamente ciertos movimientos eclesiales y algunos autores estan contaminados de ella, sustentando su doctrina o la interpretacion que ellos hacen, por tanto, en afirmaciones falsas.

Sus errores son los siguientes:

1) El pelagianismo dice: Niega el estado primitivo del hombre en el paraiso, y el pecado original. El hombre no vive una situación de perfección en el paraiso, sino que la naturaleza humana ya es imperfecta. El pecado original, como pecado que se propaga al género humano, no existe, por lo que la humanidad carece de esa culpa. No es necesario el bautismo, por tanto.
La Iglesia dice:
Catecismo, 396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás sin  remedio" (Gn 2,17)....
Catecismo, 397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
Catecismo, 402 Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. San Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida" (Rm 5,18).
2) Insiste en la naturalidad de la concupiscencia y la muerte del cuerpo. Es decir, la concupiscencia y la muerte son inherentes a la condición humana.
La concupiscencia es la propensión o tendencia a obrar el mal originada en el pecado original; por lo tanto no tiene un origen natural. La muerte del cuerpo procede también del pecado original, pues no estaba incluido en el plan de Dios.
3) Vincula la existencia y universalidad actual del pecado al mal ejemplo dado por Adán al cometer el primer pecado.
Como dice el Catecismo en el n. 418: "Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado (inclinación llamada 'concupiscencia')". Por tanto, no es el mal ejemplo de Adán la causa del pecado original, sino la naturaleza humana debilitada.
4) Considera la fuerza moral de la voluntad humana (libre albedrío), cuando está fortalecida por el ascetismo, como suficiente en sí misma para conseguir el noble ideal de la virtud. La gracia no es necesaria para concebir obras buenas que realizar, sino que basta con las aspiraciones positivas del ser humano para conseguir realizarlas.
Encontramos la doctrina católica sobre la preexistencia de la gracia a la iniciativa humana en el Catecismo, el n. 2001: La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, “porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida” (San Agustín, De gratia et libero arbitrio, 17, 33):

    «Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada» (San Agustín, De natura et gratia, 31, 35).

5) Al no haber sido herida la humanidad entera por el pecado original, tampoco es necesaria ni tiene sentido la salvación de Jesucristo. La resurrección, por tanto, tampoco tiene sentido.La salvación se consigue por el mero ascetismo personal en el que la gracia no interviene. La acción salvífica de Jesucristo como Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado es un mero ejemplo positivo que contrarresta al ejemplo negativo dado por Adán.
Las conclusiones que se derivan de este punto 5º son tan demoledoras para la doctrina católica, que citar los documentos del magisterio en que se sostiene la doctrina correcta sería inacabable. El buen sentido y el conocimiento del amable lector seguro que se dará cuenta de las implicaciones que tendrían esas afirmaciones pelagianas para la fe.

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Si nos fijamos un poco, detrás de toda la doctrina pelagiana hay un trasfondo que viene a decir, en palabras mías: lo que está mal está mal y es imposible que alcance al Bien, ni siquiera como un ideal humano. Es una visión pesimista y resignada al pecado de manera que la obra de la gracia no existe. Las llamadas a la santidad de Cristo serán siempre un mero ejercicio dialéctico. Y es un bálsamo para las conciencias relajadas que buscan autojustificarse en su necedad.

Es suficiente una cita paulina para hacer ver como esta doctrina está equivocada de raiz: "Te basta mi gracia" (2 Cor 12, 9). Desde el estado de imperfeccion en que nos encontramos es suficiente la gracia divina para, dejándola obrar y cooperando con ella, alcanzar la santidad que nos es exigida.

Otros enlaces:
Pensamientos cristianos
10 consejos para perder la fe
10 consejos para afrontar la sequedad de espíritu

miércoles, 11 de mayo de 2016

Misericordia no es lo mismo que rebajas

La misericordia y el amor son dos caras de la misma moneda. Tiene misericordia quien ama. Y al revés. Dado que la esencia de Dios es la de ser amor, también es excelso en misericordia con nosotros.  Y por lo mismo nos pide que seamos misericordiosos con los demás porque tenemos que amar al prójimo.

Pero Dios ejerce su misericordia infinita con respeto absoluto por nuestra libertad. Dios está dispuesto siempre a perdonar si volvemos a Él arrepentidos y con propósito de cambiar de vida. La Parábola del Hijo Pródigo es el referente perfecto para ilustrar la misericordia de Dios. Si no hay arrepentimiento y cambio de vida, no puede haber misericordia. Dado que sin la libertad para retornar no puede haber amor auténtico.

El amor (la misericordia) no engaña ni devalúa la realidad. Si Dios me ama, no por eso El deja de ser Dios y yo dejo de ser criatura. Y como soy criatura, estoy sujeto a la norma moral puesta por El para mi bien.

Si Dios, buscando ser misericordioso, atenuara mi norma moral no estaría haciéndome un favor sino llevándome al precipicio. Por eso la misericordia divina no puede conducirme a una consecuencia de la que se derive que el pecado no es tal, o que camufle su identidad.

Yo tampoco puedo ser misericordioso y engañar al mismo tiempo. No puedo decirle a alguien que le perdono para a continuación cobrarme ese perdón en favores. Eso simplemente no es misericordia, es mero interés, do ut des.

Misericordia es que Dios conduzca suavemente mi vida desde que tengo uso de razón como el pastor que con su cayado empuja a la oveja delicadamente, sin que ella lo note, para que no se salga del aprisco. Y todo eso a pesar de mi condición de pecador recalcitrante.

Misericordia es que Dios guarde los pasos de mis hijos en este mundo tan lleno de vanidad.

Misericordia es que haya jóvenes de familias sin formación religiosa (incluso abiertamente en contra de la fe) que sientan en su corazón que es mejor usar el móvil para leer la Biblia que para perder el tiempo.

Misericordia es que el Señor se valga de personas aparentemente normales para inspirarme una vida religiosa a lo largo de mi caminar. Como ángeles que guardan mi camino.

Misericordia es que ante los problemas que el pecado nos presente en la vida, sea Dios el que nos inspire benévola y pacíficamente que la montaña de la santidad esta ahí para que la subamos, no para que la recortemos. La puerta de la salvación es estrecha, dijo el Señor y ancho el camino de la perdición.

Misericordia es poder abrazar y besar a un anciano que no tiene a nadie en la vida. Y no digo que yo haya tenido misericordia con él, sino que Dios la tiene conmigo cuando me guía para llevar ese consuelo.

Misericordia es que Dios ponga en tu camino a Juan Manuel. No lo conocías pero su apariencia te daba la sensación de ser una persona distante y fría. Y una vez creiste que te miro mal por algo. Pero al conocerlo te das cuenta que es una maravillosa persona y que su amistad es un regalo. Y que estabas equivocado.

Misericordia es cuando miras atrás en tu vida y te dan ganas de llorar de alegria porque no ves más que la mano de Dios obrando en ti a pesar de que eres una calamidad y lo has pasado mal.

Misericordia es que pierdas tu trabajo y experimentar esa amargura, para después entregarte a una tarea mejor que hacer y que nunca hubieras soñado.

Misericordia es que Dios nos dé la gracia para superar grandes obstáculos cuando no somos capaces de nada con nuestras propias fuerzas. Y sin embargo, a pesar de ese empuje, eso no resta nada a mi libertad de obrar puesto que soy yo el que tengo que cooperar a que esa gracia fructifique.

Misericordia es que descubras a Dios aunque te haya puesto al borde de tu existencia en una enfermedad. Y que haya sido todo para tu provecho.

Misericordia es que Dios me permita sumarme a su Redención a pesar de mis pecados. Pero me exige que reniegue de ellos.

Aprobar a un alumno que no lo merece no es misericordia, es autoengaño. Y el amor y la misericordia están siempre con la verdad, nunca con la mentira.

La condescendencia no es misericordia, es relajación que muchas veces conduce a situaciones peores, no mejores. Un padre misericordioso con su hijo es algo grande; un padre condescendiente es algo realmente ruinoso y propenso a empeorar lo que su hijo padezca.

Negar que es pecado un acto que ha enseñado el magisterio de la Iglesia como tal, es una inspiración diabólica. Mejor es seguir los consejos de Cristo en tu alma hacia la verdadera santidad que las inspiraciones del diablo que pretenden de ti lo peor.

Misericordia no es que yo me busque los caminos para hacer lo que me dé la gana y justificarme despues de alguna forma; misericordia es que Dios me corrija y me guíe por el camino de mi auténtica felicidad.

Misericordia no es ir tras el pecador para darle una palmada en la espalda de complacencia, sino para tirar de él, aunque le duela, y vuelva al camino correcto.

Misericordia no es entregarte un coche con las tuercas de las ruedas sin apretar por tal de que lo disfrutes: misericordia es decirte que vengas otro día a por él que hoy no está listo o que tienes que cambiar de coche si es eso lo que necesitas de verdad.

Otros enlaces:
El ayuno como gesto de amor
La santidad en nuestras vidas
El papel sanador del pecado en nuestras vidas

viernes, 6 de mayo de 2016

18 testimonios de que la Santa Misa ES sacrificio

Que la Santa Misa es un sacrificio por el que Cristo se inmola en cada una de ellas en rememoración del sacrificio del Calvario (diferente de él sólo en el modo), es algo que algunos se atreven a negar hoy día temerariamente.

Y digo esto porque los testimonios en favor del carácter sacrificial de la Misa son incesantes a lo largo del Magisterio de la Iglesia. Expongo los más importantes y dignos de mención desde los primeros momentos de la fe cristiana, a fines del siglo I en que aparece este carácter en la Didajé.

ca. año 70 dC, Didajé o Enseñanza de los Apóstoles:
14:1 En el día del Señor reunios y romped el pan y haced la Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.

14:2 Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea profanado vuestro sacrificio.

14:3 Este es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo lugar y tiempo se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”
Siglo IV, San Agustín, Sobre la ciudad de Dios: (hablando sobre Rm 12, 3ss). "Este es el sacrificio de los cristianos, formando nosotros, siendo muchos en número, un cuerpo en Jesucristo. Lo cual frecuenta la Iglesia en la celebración del Augusto Sacramento del altar que usan los fieles, en el cual se le demuestra que en la oblacion y sacrificio que ofrece, ella misma se ofrece."

Siglo IV, San Agustín, sermón 2 sobre el salmo 33: "... Porque allí estaba el sacrificio según el orden de Aaron y después el mismo instituyo con su cuerpo y sangre el sacrificio según el orden de Melquisedec."

Siglo IV, San Agustín, contra el adversario de la Ley y los profetas: "Este (el Israel según el espíritu) inmola a Dios un sacrificio de alabanza no según el orden de Aaron, sino según el orden de Melquisedec."

Siglo IV, Abad Casiano, sobre las instituciones cenobíticas: "sobre el salmo 140, pasaje en el que en un sentido más sagrado puede también entenderse aquel verdadero sacrificio vespertino que puede ser o el que es entregado en la cena por el Señor Salvador a los apóstoles al atardecer (cfr. Mt 26, 20) cuando daba comienzo a los misterios sacrosantos de la Iglesia..."

Siglo VI, monje Casiodoro, comentarios del salterio: "... A estos dice que no se ha de congregar con la sangre de los animales ni con la costumbre de inmolar víctimas, sino por la inmolación de su cuerpo y sangre, la cual, celebrada en todo el orbe, salvo al humano linaje."
"Sacrificio de la Santa Iglesia ha de entenderse no la oblacion de animales sino este rito que ahora se celebra con la inmolación solemne del cuerpo y de la sangre."
Siglo VII, San Isidoro de Sevilla, Tres libros de sentencias: "El orden, pues, de la Misa y de las oraciones, con las cuales se consagran los sacrificios ofrecidos a Dios, por primera vez fue establecido por San Pedro, y está celebración la realiza todo el orbe de la misma manera."

Siglo VII, San Gregorio Magno, Diálogos: "... Viviendo inmortal e incorruptible en sí mismo de nuevo se inmola por nosotros en este misterio de la oblacion sagrada. Pues allí se toma su cuerpo, se distribuye su carne para salvación del pueblo, se derrama su sangre no ya en manos de los incrédulos, sino en la boca de los creyentes."
"Porque ¿quien de los creyentes puede dudar de que en la misma hora del sacrificio se abren los cielos a la voz del sacerdote..."
"Pero es necesario que cuando hagamos el sacrificio eucaristico nos inmolemos a nosotros mismos a Dios en contricion de corazón porque los que celebramos los misterios de la Pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos."
1562, Concilio de Trento, numerosas citas en la 22a. sesión (Denzinger 1739ss): "... Y porque en este divino sacrificio que en la Misa se  realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en el altar de la Cruz; enseña el Santo Concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio ... Una sola y la misma es, en efecto, la víctima, y el que ahora se ofrece por Ministerio de los sacerdotes es el mismo que entonces se ofreció a si mismo en la Cruz, siendo sólo distinta la manera de ofrecerse".

1964, Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium número 28: "En ella (los sacerdotes) actuando en la persona de Cristo y proclamando su misterio, unen la ofrenda de los fieles al sacrificio de su Cabeza; actualizan y aplican en el sacrificio de la Misa hasta la venida del Señor el único sacrificio de la Nueva Alianza: el de Cristo..."

1964, Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium número 7: " (Cristo) esta presente en el sacrificio de la Misa, no sólo en la persona del ministro, ... sino también sobre todo bajo las especies eucarísticas".

1968, Credo del Pueblo de Dios, por S.S. Pablo VI, con motivo de la clausura del Año Santo de la Fe en la conmemoración del XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, número 24:  "Nosotros  creemos  que  la  misa  que es celebrada por el sacerdote representando la persona  de  Cristo,  en  virtud  de  la  potestad recibida  por  el  sacramento  del  orden,  y  que  es ofrecida  por  él  en  nombre  de  Cristo  y  de  los miembros  de  su  Cuerpo  místico,  es  realmente el    sacrificio    del    Calvario,    que    se    hace sacramentalmente presente en nuestros altares."

Instrucción General del Misal Romano, número 27: "En la Misa, o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado y reunido, bajo la presidencia del sacerdote, quien obra en la persona de Cristo (in persona Christi) para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico... Pues en la celebración de la Misa, en la cual se perpetúa el sacrificio de la cruz..."

Otros enlaces:
Las 7 presencias de Cristo
Oración para una visita a Jesús Sacramentado, por San Juan Pablo II
El culto debido a Dios y a los Santos

jueves, 5 de mayo de 2016

Las siete presencias de Cristo

Todo cristiano debería conocer cómo encontrar a Cristo en nuestras vidas y hacerlo presente  de manera real. El encuentro con Cristo es indispensable en la vida de fe, pues qué es la vida cristiana sino el encuentro con Él. Sabemos que Dios lo ocupa todo y está presente en cualquier sitio, pero a Cristo, como Hijo encarnado, podemos encontrarlo en siete lugares precisos que nos ha dejado con sus propias palabras.

Toda presencia implica una relación entre nosotros y Él. Y en esa relación habrá algo que nosotros podremos dar, y habrá también algo que podremos recibir. La consideración de esta doble vertiente de cada presencia de Cristo nos hará percibir el valor de cada una de ellas y cómo las tenemos que incorporar a nuestra vida de cristiano.

La primera presencia es la única presencia real y sacramental de las siete y la más excelsa, y es la Eucaristía. Jesús lo dice en la Última Cena: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo,... tomad y bebed, esta es mi sangre" (Mt 26, 26-28). Jesús no deja lugar a dudas: dice ES. Y añade: "Haced esto en memoria mía". Y como sacramento, la Eucaristía es un signo de la actuación de la gracia de Dios entre nosotros mediante algo que podemos tocar y hacer nuestro. Además la Iglesia se hace y se reúne alrededor de la Eucaristía, en la celebración del sacrificio de la Misa y en la adoración perpetua por toda la tierra.

Por la inhabitación donde está una persona de la Santísima Trinidad, están las otras. Y en la Eucaristía están realmente presentes las tres por dicha cualidad. "Quien me ha visto a mi ha visto al Padre". La Eucaristía por tanto es una apoteosis trinitaria para la Iglesia.
Qué me da Jesús en la Eucaristía: el Santísimo Sacramento es un alimento para darnos fuerza y consuelo. Ese es el sentido de que Cristo haya querido quedarse entre nosotros en forma de alimento, ser nuestro refrigerio en la vida, incorporarse a nosotros. Pero también Cristo con su sola presencia nos transmite esa fuerza y ese consuelo.

Qué quiere de mí: Él necesita comulgarte, igual que tú le comulgas a Él. Él necesita estar contigo. Dos personas que se aman se comunican sus necesidades mutuas. No tengo que acercarme a comulgar cuando yo lo necesite, sino también tengo que pensar en que Él me necesita a mí, obviamente no porque Él carezca de nada sino porque sabe que si yo le doy mi amor, será mi felicidad completa.
La segunda presencia está en la jerarquía de la Iglesia: "Quién a vosotros os escucha a mí me escucha" (Lc 10, 16). "Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo... " (Mt 18, 18). La jerarquía eclesiástica es el medio por el que la Revelación de Dios a través de Cristo se transmite a toda la Historia de la humanidad. Y es el garante de que la Revelación no se distorsiona, ni se inventa, ni se oculta. La jerarquía además hace posible que Dios actúe en su pueblo mediante los sacramentos (signos) que nos atienden en distintos momentos de nuestra vida. No son dueños de los sacramentos, sino meros administradores de ellos.

Jesús está presente así mediante sus sacramentos y su enseñanza, siendo la jerarquía el vehículo por el que esa presencia de Cristo se transmite a nosotros.
Qué me da Jesús: Dado que a través de la jerarquía podemos acceder de forma segura a la Revelación, obtenemos la certeza de la luz y el perdón. Nos da luz para nuestros problemas: el Magisterio de la Iglesia, a través de distintos medios y formas. Y también el perdón cuando comprobamos que nuestra conducta se ha desviado de lo que debíamos hacer.

Qué quiere de mí: obediencia y humildad. Obediencia para aceptar la luz, no distorsionarla ni olvidarla, y humildad para pedir perdón cuando hemos caído.
La tercera presencia está en la propia conciencia, dentro de cada uno de nosotros. Es la más delicada, pues la conciencia es manipulable, elástica y ha de ser formada, y en esta tarea tenemos que poner nuestro esfuerzo como cristianos. Esta voz tiene que estar en sintonía con la del magisterio eclesiástico. La voz de mi conciencia no puede estar por encima de la voz de la Iglesia, ni erigirse en juez de aquélla. Y Cristo me habla a través de mi conciencia incluso cuando estoy en pecado.
Qué me da Jesús: su asistencia en cada problema de cada día. No podemos esperar que cada situación que se nos presente esté recogida en el Catecismo detalladamente, o la consultemos con nuestro director espiritual. No es posible en el día a día. Una conciencia bien formada nos ofrece la presencia de Cristo hablando en el fondo de nuestra alma siempre que lo oigamos con sinceridad de corazón.

Qué quiere de mí: docilidad. La voz de la conciencia nos guía en las cosas más pequeñas de nuestra vida iluminada por la luz del Magisterio de la Iglesia y tenemos que ser dóciles a ella. Jesús quiere que escuche a mi conciencia con tranquilidad, sin sobresaltos y evitando los escrúpulos innecesarios que terminan por robarnos la tranquilidad y apartarnos de la Paz de Cristo.
La cuarta presencia es la comunidad, Jesús en medio de los discípulos. "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy presente en medio de ellos" (Mt 18, 20). Reunidos por amor a Él. Jesús nos exige para esta presencia al menos dos personas, y así podemos reunirnos en la misa dominical, o en un grupo de oración, pero también en la familia. Podemos convertir nuestras casas en sagrarios para cobijar esta presencia de Cristo en medio de nosotros.

Qué me da Jesús: su consuelo y su ayuda porque podemos ver en el otro la mirada de Jesús. En el camino de Emaús el Señor se hace presente en medio de aquellos dos hombres. El Señor hace arder el corazón de dos o más que se pongan en su presencia y se encomienden a Él. Cuando compartimos nuestra experiencia cristiana cumplimos la necesidad que todos tenemos de pertenencia, afecto y crecimiento en la fe. La Eucaristía es la presencia augusta está ahí para cuando estamos solos, porque no necesitamos de otros para recibir la comunión o adorarle en el sagrario. Y también necesitamos a Cristo en el otro para compartir mutuamente la fe. Esta presencia viene a cubrir la necesidad de quien no puede acceder a la Eucaristía.

Qué quiere de mí: amor y disponibilidad. Compartir a Jesús en la comunidad no nos obliga a hacer de nuestras celebraciones o experiencias una especie de circo en el que todo se hable o se permita cualquier extravagancia, dado que si no participo, no estaría yo integrado en la comunidad. Jesús no exige otra cosa que la reunión en su nombre. Y a veces el precio de la unidad es la humildad cuando veo el ejemplo de fe de otros y cómo yo puedo mejorar mi respuesta personal a Cristo.

La quinta presencia de Cristo es la Palabra de Dios, la Escritura, la Santa Biblia. Especialmente en el Nuevo Testamento, donde tenemos la noticia de la encarnación del Hijo de Dios y su presencia entre nosotros. Esta presencia es también fundamental y deriva en algún modo de la segunda, pues es la Iglesia la que juzga qué textos han sido queridos e inspirados por Dios para guiarnos a todos.
Qué me da: luz, consuelo y guía. Actúa junto con el Magisterio y la conciencia. El Magisterio y la Revelación divina se basa en las enseñanzas del Señor que conocemos por el Nuevo Testamento. La conciencia zanja los pequeños problemas morales de cada día y se nutre del Magisterio y de la Palabra de Dios.

Qué quiere de mí: que lea las Escrituras, que conozca los hechos de Jesús y cómo los primeros apóstoles interpretaron sus palabras no escritas. Por la lectura de las Sagradas Escrituras iluminadas e interpretadas por el magisterio es como accedemos de modo más directo a las mismas palabras de Cristo.
La sexta presencia de Cristo es el necesitado. La encontramos en la parábola del Juicio del Rey: "Entonces el Señor dirá cuando lo hicísteis con uno de estos, conmigo lo hicísteis" (Mt 25, 32-46)
Qué me da: estar con el Señor, la salvación eterna. La parábola coloca la decisión sobre cada uno de nosotros por la atención al necesitado en nuestro juicio.
Qué tengo que dar: amor, tiempo, limosna, compañía. Todo en agradecimiento por el amor a Jesús, pues mi amor al prójimo deriva del amor a Dios.
La séptima presencia de Cristo es el corazón del que guarda su palabra. "El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14, 23). Jesús pone dos condiciones, o más bien una primera condición que es causa de una segunda condición: primero debemos amarle, y como consecuencia de ese amor, cumplir su palabra. Entonces Jesús morará en nosotros.
Qué me da: Cuando amamos a Jesús y cumplimos de verdad su palabra, tenemos la posibilidad de tener una conciencia tranquila y limpia y gozar de la Paz de Cristo. "Fácilmente estará contento y sosegado el que tiene una conciencia limpia" (Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis, libro segundo, capítulo VI).
Qué quiere de mí: El Señor me quiere a mí, y quiere habitar en mi corazón. Quiere que, por tanto, sea agradecido con Él, porque me llena con su gracia y me da la paz, aunque no la sienta. Y esta paz de hoy ya tiene vestigios de eternidad.
La elaboración de este artículo está inspirada, en las seis primeras presencias, en una conferencia del P. Santiago Martín disponible en video en este enlace.


lunes, 2 de mayo de 2016

La oración de la verdadera alegría del amor

Dios omnipotente:

A Tí te lo debo todo. Me has creado de la nada y me has dado una vida que no tendrá fin.

Me has dado la fe y me has llamado a ser parte de tu pueblo santo. Me has tenido bajo tu mirada y me has acompañado por el largo camino, también cuando me parecía estar solo.

Y precisamente porque no has querido que esté solo en esta tierra, me has hecho encontrar a mi esposa / esposo.

Ayúdame Señor a no olvidar la grandeza de este regalo y glorificarte cada día amando y dando honor a mi esposa / esposo, según la promesa que dije el día de mi matrimonio, en tu presencia.

Tú que has hecho esta unión sagrada e indisoluble, dame la fuerza de vivirla cristianamente, en la fidelidad y el amor, y la alegría de verla crecer y fructificar.

Custodia mi familia. Y si por el camino encuentro tentaciones, y si en mi miseria y en mi pecado corro el riesgo de violar la alianza que Tú has sellado, de traicionar el sumo bien que me has confiado, antes que eso suceda te pido, con todo mi corazón, que me llames a tu presencia.

Para que en la muerte te pueda abrazar por siempre, Padre bueno y misericordioso, y no tenga que arruinar con mi egoismo la obra de tu amor.

Amén.

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Tomado de una Iglesia de la Diócesis de Varasdino, en Croacia, a través de la traducción al italiano publicada en este enlace.

martes, 26 de abril de 2016

La parábola del buen samaritano: lo que dice y lo que no dice

El pasaje del buen samaritano es uno de los más citados en la nueva pastoral surgida tras el posconcilio. Así lo ha apuntado el Papa emérito Benedicto en su reciente entrevista. Analicemos un poco dicho pasaje para extraer su enseñanza, para lo cual transcribo aquí el texto de la web vaticana:

Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
 

También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.

Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".


¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»

Lc 10, 30ss

El hombre apaleado probablemente era judío, pues dice el texto que bajaba desde Jerusalén a Jericó. El contraste viene dado porque los dos primeros que se lo encuentran medio muerto tras haber sido asaltado también son judíos, o al menos pertenecen a una tradición judía: un sacerdote y un levita.

Sin embargo, quien lo atiende y se hace cargo de él es un samaritano. Los samaritanos y los judíos no se podían ver. De hecho los samaritanos no iban a Jerusalén a hacer sus sacrificios al Templo, sino que tenían su propio santuario en el monte Garizim. Y cuando un judío tenía que viajar hasta Galilea, prefería cruzar el Jordán y bajar por la otra orilla del río, antes que cruzar la Samaría.

Esto se aprecia notablemente en el episodio del encuentro del Señor con la samaritana (Jn 4), en el que le pide de beber. Todos se extrañan de cómo un judío le pide de beber a una samaritana.

Todo esto viene a resaltar en la narración del Señor cómo los propios conciudadanos del apaleado lo ignoran, mientras es el samaritano (el enemigo mortal) el que lo atiende y cuida. Maravillosa la lección del Señor sobre nuestra actuación en la vida, siempre que extraigamos de la parábola la enseñanza que la parábola nos da:

La Parábola del buen samaritano DICE:

- que tenemos que asistir a quien lo necesite, sin fijarnos si es nuestro amigo o enemigo. La parábola dice que bajaba "un hombre" sin aclarar si era judío o no. Esto está claro y siempre lo ha estado: no tenemos excusa para esquivar a la persona que lo necesita.

- la parábola surgen en la boca del Señor para explicar quién es mi prójimo y qué es portarse como prójimo de alguien. Para el judío el único prójimo era otro judío. En el libro del Deuteronomio se dice:"si el asno de tu hermano cae, lo ayudarás a levantarse" (Dt 22, 4)(Ex 23, 5) entendiendo "hermano" como sinónimo de judío. Jesús se distancia de ese concepto y ante la pregunta de qué es necesario para salvarse, dice que el amor a Dios y en segundo lugar, el amor al prójimo.

La Parábola del buen samaritano NO DICE:

- cuando Jesús propone esta parábola y dice que el samaritano actuó como prójimo de un desconocido que había allí, no quiere decir que no tenga que hacer lo mismo si se encuentra a otro samaritano. Hacer decir esto al texto sería absurdo. Si un cristiano se encuentra a un no cristiano apaleado, tiene que socorrerlo, pero si se encuentra a un cristiano también tiene que socorrerlo. Y aquí puede iluminarnos San Pablo: "el que no se ocupa de los suyos, especialmente de los que conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel" (1 Tim 5, 8).

- el buen samaritano, una vez que ha atendido los primeros auxilios del necesitado (la primera noche) deja dinero al posadero y le promete que a la vuelta le pagará lo que haya gastado de más. El samaritano sabe que volverá por ese camino (lo dice él mismo), y suponemos que su viaje se debe a que tiene algunas obligaciones que cumplir (que desconocemos). El samaritano no descuida sus obligaciones pues ambas cosas pueden hacerse a la vez.

- El interés de Jesús no es mostrar hasta qué punto tiene que llegar el samaritano por atender a aquel hombre necesitado, sino simplemente eliminar cualquier traba a que otra persona, distinta a nosotros, sea digna de nuestra atención. El samaritano cuida a la persona lesionada hasta procurar su recuperación, pero no le da las llaves de su casa.

Utilizar la parábola del buen samaritano para justificar cualquier decisión de política internacional es un desatino en nuestro mundo occidental. El buen samaritano nos recuerda que debo amar a todos sin hacer distinciones y atenderlos en sus necesidades sin que tenga que poner en juego mi integridad, ni mi hogar ni mi misión en la vida.

sábado, 23 de abril de 2016

El cuadro de mi vida

Cada uno de nosotros, al nacer, hemos recibido un hermoso cuadro de las manos de Dios. Ese cuadro se nos entrega con su lienzo en blanco convenientemente enmarcado. No tenemos posibilidad de elegir la forma ni el color del marco, pues nos viene dado por Dios. Para realizar la labor de nuestras vidas de crear el mejor  posible, cada uno recibe una gama de colores distinta: unos reciben una gran gama, muy variada y llena de matices y otros muy restringida y casi escasa.

Las normas son bien claras: no puedes confeccionarte un marco a tu medida, ni puedes pintar sobre él o salirte de él. El marco es intocable, si bien el lienzo blanco es capaz de recibir toda nuestra tarea de pintura. Por tanto, dentro del lienzo tendremos espacio suficiente para expresar el encargo recibido, pero no tenemos excusa para salirnos de él, ni invocando nuestra creatividad, ni nuestra adaptación a los nuevos modos del arte, ni nada por el estilo.

El modelo que tenemos que utilizar nos lo proporcionó Dios en carne humana, para que pudiéramos verlo con nuestros ojos: Cristo, su vida, sus palabras, su muerte y resurrección.

Dios nos mira con los ojos del mejor padre para ver cómo nos esmeramos en pintar nuestro cuadro. Y juzgará la labor de cada uno con misericordia y también con justicia.

Quien haya recibido los mejores colores, que haga todo lo posible por usarlos de la mejor manera que pueda. Quien sólo haya recibido un color, no se le va a exigir más, sino que pinte con él. Incluso si alguien recibe un lienzo pálido y deslustroso la calidad de su trabajo no se va a ver mermada, porque Dios juzgará con arreglo a lo que cada cuál haya recibido.

Que en algún momento nos salgamos del lienzo y manchemos el marco será lo normal. Nuestro pulso falla, a veces nos quedamos adormilados mientras pintamos, a veces nos distraemos o pensamos que otras cosas son más importantes .... y todo eso hace que alguna pincelada se nos vaya fuera. Gracias a que nuestras pinturas no son indelebles, podemos borrar las manchas del marco antes de entregar el cuadro a nuestro Maestro.

Algunas personas padecen algún problema en su pulso de manera que, debido a algún espasmo incontrolable, terminan por manchar el marco y mucho más de lo razonable. Cualquiera que viera la obra y no conociera la condición de su autor, pensaría que es un manazas, un descuidado o alguien que malintencionadamente está pervirtiendo la hermosa tarea encomendada de hacer la mejor obra posible (Catecismo, 1735).

Sin embargo, el Maestro, que sabe de su problema, mirará con benevolencia todos esos trazos fuera de lugar porque sabe que no son intencionados, que falta en su autor la libertad que es requisito indispensable para poder decir que una pincelada fuera de lugar es culpa de su autor o no. Y Cristo, que es el Juez perfecto, conoce el interior de cada uno para discernir si esa falta de libertad (ese espasmo) es verdadero o es fingido.

Otros, en cambio, mancharán el marco por mala fe, o por mero error pero sin cuidar su limpieza, o por no poner los protectores que evitarían la mancha ... por muchas circunstancias que terminarán por afear la obra y convertirla en algo inservible, falto de cuidado, falto de estética. Nadie vio expuesto en un Museo un cuadro con el marco manchado. No es digno de la mejor exposición.

El lienzo siempre lo podemos enmendar, el marco lo podemos limpiar, pero no podemos ensancharlo, ni romperlo, ni retorcerlo, ni cambiar su forma, ni engañarnos a nosotros mismos pensando que el marco está más afuera de lo que realmente está. Si nuestras gafas engañan nuestra vista, es problema de nuestras gafas, no del marco. El marco se nos ha dado porque es el que nos conviene para nuestro dibujo, no por capricho divino. Y reúne todas las condiciones necesarias para que el dibujo quede perfecto.

¿Y qué ocurriría si sobre una mancha que hayamos cometido, colocamos un adhesivo transparente? Por más que la limpiemos, no se borrará porque está debajo de la cinta adherente. ¿Qué podemos hacer? La mancha sigue estando y es intencionada, no excusable. No está causada por un espasmo muscular que justificaría a su autor.

¿Cabría afrontar alguna tarea sobre el adhesivo de manera que pudiéramos disimular la mancha? Si arrancamos el adhesivo, cabe la posibilidad de estropear aún más el marco, aunque siempre se puede afrontar. ¿Y si modificamos el marco para solucionar el problema? El marco no puede cambiarse, eso está claro. No hay una solución clara a priori. Hay caminos en la vida que nos llevan a atolladeros morales importantes, pero que no pueden saldarse alegremente con una barra libre de gracia, porque ha existido la libertad suficiente en cada uno para elegirlo.

Aun así siempre es posible intentar una vuelta atrás aunque con muchos sacrificios. A lo mejor habría que reparar el marco de una manera extraordinaria de manera que conservara su integridad puesto que, lo digo una vez mas, es inalterable. Y esto requiere un gran esfuerzo.

¿Existen manchas culpables absolutamente indelebles para la voluntad humana? No, no existen. La pintura siempre se puede eliminar. Somos nosotros los que convertimos ciertas situaciones en verdaderos problemas que hacen que las manchas aparenten ser indelebles pero no lo son. Ante esas situaciones una mancha sigue siendo una mancha. No le echemos la culpa al creador del marco.

El Maestro es tan benevolente en nuestra tarea artística que permite que algunos de nosotros mejoremos la obra de otros. Incluso que les ayudemos a borrar sus manchas del marco. ¡Qué tarea más maravillosa!. Yo mismo contribuyendo a mejorar la obra de otros y que otros me ayuden en mi tarea. No cualquier obra es susceptible de ser mejorada por otros. La que sea una auténtica catástrofe es dificilísimo, imposible diría yo, de enmendar por la buena voluntad ajena.

Evidentemente, con la oración como principal arma esa tarea es posible. Tanto en este mundo, como para aliviar el camino de los que aún estén en el purgatorio.

Al final, esto no es una carrera, ni un gran premio, ni una lotería, ni un concurso... nadie es el ganador, sino que cada cual obtendrá su premio según la obra que haya realizado. Incluso con la ayuda de otros. Engañar al Maestro es, simplemente, imposible. Y engañarnos a nosotros mismos es aún peor porque empaña en nuestro corazón la auténtica tarea de nuestra vida que es la de servir al Señor amándole. Si me engaño pensando que Dios va a dar por buenas las modificaciones o enmiendas que yo haya hecho, es un camino arriesgado y que no conduce a la felicidad.

¡Y qué hermoso es el cuadro de la persona que sabemos que dedicó mucho tiempo a ayudar a otros a mejorar el suyo, pues desprenderá una belleza digna de admiración! Dios, como padre perfecto, se sentirá tremendamente orgulloso de todos los que se hayan esmerado en hacer la mejor obra posible. Habrá auténticos Murillos o da Vincis. Pero tendrá una sonrisa de oreja a oreja con aquellos garabatos casi infantiles que reciba de quien no pudo hacer mas.

Otros enlaces:
El otero de Dios. Cómo nos ve Dios desde lo alto
El amor verdadero
La gebirá mesiánica en el Nuevo Testamento: La Virgen María

jueves, 14 de abril de 2016

¿Tenemos que poner siempre la otra mejilla?

El Señor es muy claro en su enseñanza: "Si alguien te golpea en una mejilla, pon la otra" (Mt 5, 38-41).

Pero tenemos que reflexionar sobre este mandato de Jesús, puesto que podemos olvidar el destinatario al que está dirigido ni el contexto en el que está dicho.

Comenzando por el contexto, dicha frase se pone en relación con la ley del Talión del Antiguo Testamento, ojo por ojo y diente por diente. La caridad instaurada por Jesús no es esa, sino la de saber perdonar al que nos ofende.

En cuanto al destinatario de esta ley promulgada por Jesús no hay que olvidar que la defensa a la que Él alude puede darse en dos situaciones bien diferenciadas:

- Una ofensa o ataque dirigido a mí personalmente, en el ámbito puramente individual. Evidentemente si alguien se dirige a mí ofensivamente, la mejor opción que tengo, propuesta por Jesús, es poner la otra mejilla por lo que todo mi esfuerzo tiene que ir encaminado a que esa sea mi respuesta como cristiano. La caridad cristiana exige de mí el perdón, si quiero ser perdonado.

- Una ofensa o ataque dirigido a una colectividad a la que represento o a la que tengo la obligación de defender. En este caso, el bien dañado no es exactamente mi persona o mis ideas, sino una pluralidad de personas o un ente superior que espera de mí su defensa.

Por ejemplo, podíamos pensar en un atacante que entra en mi casa y pretende causar daño a mi familia; o un país fronterizo que pretende invadir el nuestro por la fuerza; o cualquier pueblo que pretenda imponer coactivamente sus ideas o religión en mi espacio vital (ciudad, región, país) de manera que yo quede desplazado.

En este caso último, el precepto de Jesús no puede ser aplicable, simplemente porque el bien que ha sido dañado no me pertenece personalmente, sino que existe un deber por mi parte de protegerlo, y otras personas (mi familia, mis compatriotas, mis conciudadanos que coinciden en mi manera de pensar o sentir) esperan de mí que yo cumpla ese deber.

En tal caso, ejercer la caridad por mi parte (pongo la otra mejilla) siendo otro el que es abofeteado o herido (mi casa usurpada, mi país invadido) puede llegar a ser una farsa. Para mí no existe tal caridad, pues la caridad (=amor) nos obliga precisamente a no consentir dicho daño.

De hecho, el no cumplir ese deber (el de proteger a mi familia o a mi patria, o a mi religión) se puede convertir en una falta si gracias a mi inacción, otra persona sufre un menoscabo.

El ejemplo perfecto lo tenemos de la mano del mismo Jesús. ¿Qué es la Pasión sino poner la otra mejilla a toda clase de insultos y vejaciones injustas recibidas por Él, Santo entre los Santos? Pero el mismo Jesús que puso su mejilla de forma tan nítida y sin retener nada para sí, es el que nos muestra este otro pasaje:

"Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá" (Jn 2, 13-17).

En este pasaje Jesús invoca el derecho que está protegiendo expulsando a todos aquellos del Templo: "... no hagan de la casa de mi Padre ..."

Jesús lo dice claro: cuando la ofensa se dirige al respeto que debía tenerse en la ley antigua al Templo como casa de oración y adoración al Padre, entonces no hace uso de su precepto de poner la otra mejilla, sino que activamente protege ese bien dañado.

El Catecismo de la Iglesia lo dice claramente en el número 2240: "La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho a voto, la defensa del país".

Nadie en su sano juicio invoca el precepto de Jesús para justificar que no cierre la puerta por la noche al acostarse como un medio de acogida a cualquiera que pueda querer entrar; o lo invoca para no dañar al invasor que invade nuestra casa o nuestro país.

No podemos olvidar los casos de la Historia en la que mediante el uso de la fuerza, otras religiones impusieron su presencia coactivamente en territorios fuertemente romanizados y cristianizados (Norte de África) y que esto supuso la práctica desaparición de la cultura cristiana antigua de esas zonas.

No pensemos que Europa es inmune a estas mismas circunstancias históricas. Más bien la amenaza es cierta y abierta. La defensa es un deber y una obligación, no un pecado. Hoy los ataques a occidente no vendrán por invasiones masivas como en otros tiempos, sino por la infiltración lenta y taimada, pero cierta. Y si no nos acordamos de cerrar la puerta por la noche, ocurrirá lo que no queremos.

lunes, 11 de abril de 2016

Preguntas y respuestas sobre la infalibilidad pontificia

Cuando nos referimos a la infalibilidad papal, estamos aludiendo primariamente a la definición que sufrió en el Concilio Vaticano I, en la Constitución Dogmática Pastor Aeternus promulgada el 18 de julio de 1870.

Sin embargo, el objeto y el concepto relativo a que el Papa ostenta un grado de certeza especial en sus afirmaciones no nace en modo alguno en esa fecha tan reciente. Sino que Concilios antiguos de la Iglesia ya la tuvieron en cuenta: así el concilio cuarto de Constantinopla, o el segundo de Lyon se refieren a la suprema potestad de enseñar del Papa y de la Iglesia. (1)

Sin embargo en el Vaticano I se le dio una formulación explícita como asunto de fe que ha de ser creido. En un primer esquema no se introdujo el tema de la infalibilidad, pero fue con múltiples ruegos del Pontífice como el 17 de marzo de 1870 se introdujo esta cuestión en el esquema del documento.

El tema fue muy objetado por los padres conciliares por las consecuencias que podría traer, tanto ad intra de la Iglesia, de ver al Papa como un soberano absoluto, como ad extra en sus relaciones con otras confesiones cristianas. El Obispo Vizenz Gasser, como portavoz de la Comisión de la Fe, tuvo que intervenir para precisar el contenido y los límites de dicha infalibilidad en dos momentos distintos. Tan importantes fueron sus intervenciones que son citadas en los comentarios de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, en el número 25 por los padres conciliares del Vaticano II al hablar del Sumo Pontífice.

No hay que olvidar el contexto histórico en el que se convocó el Vaticano I. Tampoco hay que olvidar que la Pastor Aeternus sólo define formalmente que la infalibilidad debe ser aceptada por todos como algo incorporado al conjunto de la fe que ha de ser creida, pero dicha infalibilidad se ha aplicado con anterioridad, como en la definición dogmática del mismo Papa Pío IX de la Inmaculada Concepción en 1854.

¿Cuál es la fórmula de la definición dogmática de la infalibilidad pontificia?
La Pastor Aeternus dice expresamente al definir la infalibilidad que "El Romano Pontífice, cuando habla ex-catedra... define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia Universal... goza de aquella infalibilidad que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia..." (2)
Esta doctrina está recogida en nuestro Código de Derecho Canónico (CIC) en el número 749.1 y en el Catecismo n. 891

¿Cuáles son las condiciones para que una enseñanza papal sea infalible?
Según la definición expuesta más arriba, son dos:
1) que se pronuncie ex-catedra. Es decir, se requiere una formulación solemne, expresa e inequívoca en la que se manifieste claramente que habla como maestro y doctor de la Iglesia y que su pronunciamiento debe ser sostenido por la Iglesia Universal.
2) que sea sobre materia de fe y costumbres. La formulación latina dice "de fide vel moribus" que a los castellanohablantes nos pone en la pista más fácilmente de cómo interpretar estas palabras. La materia relativa a la fe es la que afecta al contenido de la revelación en cuanto debe ser creido por todos los miembros de la Iglesia. En cuanto al término de costumbres nos estamos refiriendo a la moral, es decir, a la manera de ajustar nuestras actitudes y comportamientos a la práctica de las virtudes cristianas.

¿Cuál es el alcance de la infalibilidad papal?
Podíamos pensar que el Papa podría declarar como infalible cualquier afirmación que estimara oportuna. Y que por mera virtud de la infalibilidad, dicha afirmación careciera de error en adelante.
Sin embargo ese no es el fin ni el propósito de la infalibilidad. El hecho de que ciertas enseñanzas del Papa, con las condiciones que hemos visto, se declaren infalibles se debe a que su propósito es que sean creidas así por el Pueblo de Dios en adelante.
La infalibilidad no es una transformación en el orden lógico de una afirmación en algo cierto automáticamente, sino en algo que debe ser creido sin margen de error por la Iglesia Universal. De ahí la importancia de que el carácter de infalible no se otorgue a cualquier afirmación o cuestión por segura que parezca, sino a aquella que siendo segura y ajustada a la Revelación divina, deba ser creida por todos.

¿Qué valor tengo que darle a las enseñanzas cotidianas del Papa?
El Código de Derecho Canónico lo dice en su número 752:
"Se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad, sin que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres, aunque no sea su intención proclamarla con un acto decisorio; por tanto, los fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma."
Evidentemente, todo lo que enseña el Papa o los obispos, en su carácter de maestros en la fe, necesita de nuestro asentimiento, es decir, que lo aceptemos. Sin embargo, el comentario a la edición de la BAC del Código dice al respecto:
"... Tal asentimiento, sin embargo, no es absoluto ni incondicional, como en el acto de fe, sino que se trata de una certeza auténtica, pero moral y relativa. Como cabe en la enseñanza propuesta la posibilidad de errar, cabe en el cristiano que la recibe la posibilidad de condicionarla a que no sea error. La presunción estará siempre del lado de la autoridad, pero podrá ser destruida con pruebas contrarias." (3)

Si el Papa hace alguna afirmación científica, económica o literaria, ¿puede revestirse del carácter infalible?
Cualquier afirmación de este tipo no entra dentro del contenido requerido para la infalibilidad que es el de afectar a "materia de fe y costumbres", es decir, de "fe y moral". Por lo tanto, no puede ser intrínsecamente infalible.

¿Qué valor tiene un libro escrito o una entrevista concedida por el Papa?
El Papa puede actuar en su vida cotidiana en la función de investigador o docente, por lo que puede mantener una producción de textos que se derivan de su investigación o de la exposición que pretenda ofrecer a sus lectores de dicha condición de escritor o autor científico o literario. En dicha actividad, su producción no está sujeta a su condición de magisterio supremo de la Iglesia, aun cuando la materia sobre la que verse fuera teológica.

¿Hay algún documento papal que por su forma o fin lleve implícita la infalibilidad de lo que contiene? ¿Una Encíclica, por ejemplo? ¿O una Constitución Apostólica, tal vez?
Ningún documento lleva implícita la infalibilidad de lo que contiene, sino que la infalibilidad va anexa a lo que expresamente se defina como infalible. Es decir, en cualquier documento revestido de la solemnidad adecuada, puede declararse una doctrina como infalible si consta expresamente que lo es (que es infalible) y versa sobre materia de fe y costumbres.

¿Se ha producido alguna definición infalible papal desde la promulgación de la Pastor Aeternus en 1870?
Sólo ha habido una promulgación papal infalible sujeta a dichas condiciones, y fue la definición dogmática de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos en cuerpo y alma, efectuada por S.S. Pío XII mediante la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus promulgada el 1 de noviembre de 1950. (4).
Los Padres del Concilio Vaticano II junto con S.S. Juan XXIII y Pablo VI no estimaron conveniente someter los documentos conciliares a dicha infalibilidad.

¿Existe otro modo de manifestar que una doctrina o una verdad es infalible?
El CIC lo expresa en el número 749.2:
 "También tiene infalibilidad en el magisterio el Colegio de los Obispos cuando los Obispos ejercen tal magisterio reunidos en el Concilio Ecuménico y, como doctores y jueces de la fe y de las costumbres, declaran para toda la Iglesia que ha de sostenerse como definitiva una doctrina sobre la fe o las costumbres; o cuando dispersos por el mundo pero manteniendo el vínculo de la comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando de modo auténtico junto con el mismo Romano Pontífice las materias de fe y costumbres, concuerdan en que una opinión debe sostenerse como definitiva."

Si no está claro si una enseñanza es infalible o no, ¿qué podemos hacer?
El canon 749.3 del CIC declara expresamente lo siguiente:
"Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no consta así de modo manifiesto".
Es decir, ante la duda de si una doctrina es infalible o no, se ha de estar porque no lo es.
Si lo fuera, tendría que constar expresamente y sin género de duda con alguna fórmula del tipo "declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado" o similar.
El hecho de que esta norma aparezca como el tercer inserto dentro del artículo 749 parece dejar claro que es aplicable a cualquiera de las dos formas de infalibilidad expuestas, la papal (749.1) y la ejercida por el colegio episcopal con la presidencia del Papa (749.2).

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(1) Denzinger ed. 38, 3066-3068.
(2) Denzinger, 3074
(3) Código de Derecho Canónico, BAC 1985, pag. 395
(4) Denzinger, 3900ss

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