Según el libro del Génesis, sabemos que en el Paraiso creado por Dios para el hombre, existían dos árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y el mal (Gn 2, 9).
El primer mandato de Dios al hombre fue claro y tajante:
"Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día que comas de él, tendrás que morir".
Gn 2, 16
El texto está claro: el hombre podía comer del árbol de la vida (veremos más adelante qué significa esto) pero no debía comer del árbol del conocimiento del bien y el mal.
En el capítulo 3 del Génesis se narra la caída del hombre y de la mujer y hacia el final de este capítulo, podemos leer:
"He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre"
Gn 3, 22
Comer del árbol de la vida significa vivir eternamente. El ser humano en el Paraiso estaba llamado a la eternidad, pero tenía prohibido expresamente el discernir lo bueno de lo malo, pues eso es sólo atributo de Dios. Él es el que nos conoce a la perfección y sabe lo que es bueno y malo para nosotros, y si nosotros usurpamos ese papel divino, no somos merecedores del Paraiso prometido.
Este era el hombre perfecto, según lo ideado por Dios:
con vida eterna y
sometido a la voluntad de Dios.
Adán y Eva frustraron, por su voluntad, los planes de Dios, pero el mismo Dios para preservar a su Hijo de todo contacto con el mal, libró a su Madre, la Virgen María, de todo pecado, es decir, la hizo igual que la Eva del Génesis.
A diferencia de aquella Eva, la Virgen María sí perseveró hasta el final. Fue concebida sin pecado original y preservada de él por una gracia especial, pero si Jesús se sometió a la tentación, debemos pensar que ella también fue tentada a lo largo de su vida (como lo fueron Adán y Eva, y pecaron).
La Virgen María, perseverante hasta el final, cumplió el plan de Dios para con el ser humano,
vida eterna y
sometimiento a su voluntad:
-
Vida eterna: es la fiesta que celebramos hoy, la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos. Así, por esta gracia, Dios cumplió su propia voluntad: que comiéramos del árbol de la vida, que era lo que Él quería para nosotros.
-
Sometimiento a la voluntad de Dios: es decir, ¿quiso la Virgen María discernir el bien del mal, constituirse en dios para establecer lo que es bueno y lo malo?. Tenemos muy pocas palabras de la Virgen en el Evangelio, pero una de ellas nos habla con claridad:
"Haced lo que Él os diga"
Jn 2, 5
No caben palabras más claras que nos hablan de cómo la Virgen nos enseña el camino para ser hombres y mujeres según el plan de Dios: es Él el que sabe lo que nos conviene, y nosotros no somos los que debemos determinar nuestra norma moral.
Así se cumple la voluntad de Dios para el hombre en el Paraiso:
poder comer de cualquier árbol, menos el del conocimiento del bien y el mal.
Esta es la promesa de Jesús:
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día"
Jn 6, 54
La vida eterna nos es prometida por Él, autor de la vida, siempre que comamos de su carne y bebamos de su sangre, y por lo tanto, cumplamos su voluntad de no querer ser como Dios, supremo y único autor de la norma moral.
Este es el gran pecado de nuestro tiempo, convertirnos en dioses, querer ser como dios, cambiar la norma moral a mi antojo, creer que lo que me conviene es lo que yo decida, en definitiva, olvidarme de Dios. Pecado tan antiguo y tan nuevo.
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