"Everybody is looking for something"
(Todo el mundo busca algo)
El mundo secularizado ha hecho al ser humano dueño de todo.
Dueño de la vida y de la muerte.
Dueño de su futuro y de su pasado.
Dueño y señor de su conciencia.
Dueño de la ley moral.
Dueño y señor del mismo Dios al que se ocupa de someter a su dictado.
Sin embargo, el modelo de Jesús para nosotros es bien distinto:
Jesús nos habla acompañándonos, como en el camino de Emaús.
Jesús nos espera, sin límites y sin reproches, como en el pasaje del hijo pródigo.
Jesús se somete a la tentación, como todos nosotros, para ser como nosotros.
Jesús predica por donde va, no se impone, porque quien ama confía en el otro.
Jesús lo espera todo de nuestro futuro, pero perdona nuestro pasado si se lo pedimos.
Él podía ser Señor y Dueño de nuestras vidas, pero su amor hacia nosotros le hace ser pacífico y misericordioso. Y nuestro mundo ha querido someterlo a sus imposiciones. Jesús sometido por el hombre como en un nuevo Calvario.
Porque, en realidad, Él sabe que la misión fundamental de nuestras vidas no es la de SOMETER, es la de BUSCAR:
Buscar el verdadero rostro de Jesús, el verdadero rostro de Dios.
Buscar el modo de amar a nuestros hermanos de un modo continuamente nuevo.
Buscar la verdad en la escucha del Maestro.
Buscar el camino que Dios nos tiene preparado, aunque nuestras alucinaciones nos conduzcan a veces a comer la comida de los cerdos.
Buscar la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Buscar la rectitud de conciencia, aunque el camino sea una cuerda floja moral durante toda nuestra vida en el que avanzamos a tientas.
Buscar la santidad sin la recompensa plena de saber que hacemos lo correcto; pues tenemos la obligación de obrar pero no el derecho a recibir la aprobación definitiva.
La vida de fe es una búsqueda, un camino lleno de curvas y rectas, de luces y sombras, de alegrías y tristezas, pero todas ellas para vivirlas desde Jesús y en Él.
Al final de toda nuestra vida, en el instante definitivo de la partida, como conclusión de toda nuestra búsqueda, cuando nos presentemos con las manos manchadas del barro del camino, el mayor consuelo que tendremos será el escuchar las palabras: "No temas. Soy Yo".
Y entonces, con la misericordia de Dios, nuestra búsqueda habrá terminado.