Señor, soy un insolente.
Te he buscado en innumerables ocasiones y en otras tantas he buscado excusas para regodearme en mi pecado.
Cuando se acerca el atardecer de mi vida, reconozco mi nada, he hecho bastante poco a pesar de que lo he intentado, no me considero un triunfador en la fe, no he llevado la vida de un santo de los de los altares, pero recuerdo lo que le dijiste al buen ladrón: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso".
Yo diría que fueron las palabras más dulces de Jesús: se las dijo a uno que era un extraño, no era discípulo suyo, ni siquiera conocería su nombre, probablemente se merecía aquel castigo más que nadie, pero Jesús fue tierno con él, aun en los momentos terribles de la cruz, porque él fue tierno con Jesús, al estilo que quiere el Maestro: con su arrepentimiento.
Señor, acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino
Enlaces relacionados: