La misericordia y el amor son dos caras de la misma moneda. Tiene misericordia quien ama. Y al revés. Dado que la esencia de Dios es la de ser amor, también es excelso en misericordia con nosotros. Y por lo mismo nos pide que seamos misericordiosos con los demás porque tenemos que amar al prójimo.
Pero Dios ejerce su misericordia infinita con respeto absoluto por nuestra libertad. Dios está dispuesto siempre a perdonar si volvemos a Él arrepentidos y con propósito de cambiar de vida. La Parábola del Hijo Pródigo es el referente perfecto para ilustrar la misericordia de Dios. Si no hay arrepentimiento y cambio de vida, no puede haber misericordia. Dado que sin la libertad para retornar no puede haber amor auténtico.
El amor (la misericordia) no engaña ni devalúa la realidad. Si Dios me ama, no por eso El deja de ser Dios y yo dejo de ser criatura. Y como soy criatura, estoy sujeto a la norma moral puesta por El para mi bien.
Si Dios, buscando ser misericordioso, atenuara mi norma moral no estaría haciéndome un favor sino llevándome al precipicio. Por eso la misericordia divina no puede conducirme a una consecuencia de la que se derive que el pecado no es tal, o que camufle su identidad.
Yo tampoco puedo ser misericordioso y engañar al mismo tiempo. No puedo decirle a alguien que le perdono para a continuación cobrarme ese perdón en favores. Eso simplemente no es misericordia, es mero interés, do ut des.
Misericordia es que Dios conduzca suavemente mi vida desde que tengo uso de razón como el pastor que con su cayado empuja a la oveja delicadamente, sin que ella lo note, para que no se salga del aprisco. Y todo eso a pesar de mi condición de pecador recalcitrante.
Misericordia es que Dios guarde los pasos de mis hijos en este mundo tan lleno de vanidad.
Misericordia es que haya jóvenes de familias sin formación religiosa (incluso abiertamente en contra de la fe) que sientan en su corazón que es mejor usar el móvil para leer la Biblia que para perder el tiempo.
Misericordia es que el Señor se valga de personas aparentemente normales para inspirarme una vida religiosa a lo largo de mi caminar. Como ángeles que guardan mi camino.
Misericordia es que ante los problemas que el pecado nos presente en la vida, sea Dios el que nos inspire benévola y pacíficamente que la montaña de la santidad esta ahí para que la subamos, no para que la recortemos. La puerta de la salvación es estrecha, dijo el Señor y ancho el camino de la perdición.
Misericordia es poder abrazar y besar a un anciano que no tiene a nadie en la vida. Y no digo que yo haya tenido misericordia con él, sino que Dios la tiene conmigo cuando me guía para llevar ese consuelo.
Misericordia es que Dios ponga en tu camino a Juan Manuel. No lo conocías pero su apariencia te daba la sensación de ser una persona distante y fría. Y una vez creiste que te miro mal por algo. Pero al conocerlo te das cuenta que es una maravillosa persona y que su amistad es un regalo. Y que estabas equivocado.
Misericordia es cuando miras atrás en tu vida y te dan ganas de llorar de alegria porque no ves más que la mano de Dios obrando en ti a pesar de que eres una calamidad y lo has pasado mal.
Misericordia es que pierdas tu trabajo y experimentar esa amargura, para después entregarte a una tarea mejor que hacer y que nunca hubieras soñado.
Misericordia es que Dios nos dé la gracia para superar grandes obstáculos cuando no somos capaces de nada con nuestras propias fuerzas. Y sin embargo, a pesar de ese empuje, eso no resta nada a mi libertad de obrar puesto que soy yo el que tengo que cooperar a que esa gracia fructifique.
Misericordia es que descubras a Dios aunque te haya puesto al borde de tu existencia en una enfermedad. Y que haya sido todo para tu provecho.
Misericordia es que Dios me permita sumarme a su Redención a pesar de mis pecados. Pero me exige que reniegue de ellos.
Aprobar a un alumno que no lo merece no es misericordia, es autoengaño. Y el amor y la misericordia están siempre con la verdad, nunca con la mentira.
La condescendencia no es misericordia, es relajación que muchas veces conduce a situaciones peores, no mejores. Un padre misericordioso con su hijo es algo grande; un padre condescendiente es algo realmente ruinoso y propenso a empeorar lo que su hijo padezca.
Negar que es pecado un acto que ha enseñado el magisterio de la Iglesia como tal, es una inspiración diabólica. Mejor es seguir los consejos de Cristo en tu alma hacia la verdadera santidad que las inspiraciones del diablo que pretenden de ti lo peor.
Misericordia no es que yo me busque los caminos para hacer lo que me dé la gana y justificarme despues de alguna forma; misericordia es que Dios me corrija y me guíe por el camino de mi auténtica felicidad.
Misericordia no es ir tras el pecador para darle una palmada en la espalda de complacencia, sino para tirar de él, aunque le duela, y vuelva al camino correcto.
Misericordia no es entregarte un coche con las tuercas de las ruedas sin apretar por tal de que lo disfrutes: misericordia es decirte que vengas otro día a por él que hoy no está listo o que tienes que cambiar de coche si es eso lo que necesitas de verdad.
Otros enlaces:
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La santidad en nuestras vidas
El papel sanador del pecado en nuestras vidas