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Pero, ¿como invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: "¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!". (Rm 10, 14-15).
Este pasaje había sido leído muchas veces por Marcus en su vida como protestante presbiteriano, pero siempre había terminado en la tercera pregunta, la que justifica la predicación evangélica. Pero él mismo cae en la cuenta en su proceso de conversión que ahí no termina la enseñanza del apóstol, sino que hay una cuarta pregunta: "¿Y quiénes predicarán, si no se los envía?".
Para invocarlo es necesario creer; para creer, es necesario haber oído hablar de él; y para esto, es necesaria la predicación. Pero la predicación presupone al mismo tiempo el envío. No se puede predicar a Cristo sin haber sido enviado. ¿Y él había sido enviado?. ¿Por quién?. ¿Cómo podía saber que cualquiera de las personas de su congregación eran las idóneas para haberlo enviado a él?
En la Iglesia católica la sucesión apostólica garantiza la unión con Cristo a través de todo el cuerpo de la Iglesia a lo largo de la Historia. La autoridad en la Iglesia no está puesta para responder a estructuras de poder, sino para garantizar nuestra unión con toda la Iglesia, en este tiempo y en todo tiempo.
La Iglesia católica era, una vez más, el garante de la unión con Cristo según las propias palabras de San Pablo, de las mismas palabras que él había leído muchas veces. La Iglesia, una vez más, como columna y fundamento de la verdad.
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ResponderEliminarEl vinculo esta roto y quisiera completar el documento- gracias.
Adán
Estimado Amigo de Jesús:
ResponderEliminarYa está solucionado el problema. Disculpa por la interrupción en la lectura.
Recibe un cordial abrazo.
Razon tuvo Martin Lutero, en revelarse al sistema hegemónico de los fariseos de nuestros tiempos la iglesia católica, los cuales se creen autoridad y dueños de la palabra de Dios
ResponderEliminarLa Palabra de Dios pertenece a Dios, pero la Iglesia la interpreta. Ha sido así desde los primeros tiempos.
EliminarLa palabra de Lutero no es más que la Palabra de Dios. Ni más tampoco que la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo.