domingo, 22 de marzo de 2009
Cualquier aborto intencionado es inmoral, que quede claro
Que el relativismo es un mal endémico de nuestra sociedad, nadie lo discute.
Para el relativista moral, la normal ética vale si le apetece cumplirla; si dicha norma es capaz de pasar el filtro de sus criterios personales, aunque estos sean endebles y superficiales, entonces la aceptará; en caso contrario, me encuentro legitimado para rechazarla, criticarla y ponerla en la picota.
Este pensamiento débil se ha extendido en la sociedad y en la Iglesia de manera verdaderamente alarmante, hasta el punto de poner en duda principios que deberían ser sólidos en la moral cristiana.
Con el asunto del aborto practicado a la niña brasileña se están poniendo a la luz todo tipo de razonamientos fuera de lugar, no sólo en el ámbito procesal de las penas canónicas, sino en el mismísimo ámbito moral de la condena que todo aborto requiere.
Vamos a recordar hoy un documento de S.S. Juan Pablo II, la encíclica Evangelium Vitae, en la que en el número 57 se dice claramente:
"Por tanto, con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra en el propio corazón (cf. Rm 2, 14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal." (EV, n. 57)
La encíclica es un documento básicamente de exposición doctrinal y no utilizado habitualmente para definiciones de fe. Sin embargo, la fórmula utilizada por el Santo Padre en este fragmento de la Evangelium Vitae revela un inequívoco propósito de hacer una declaración de fe muy especial, muy próxima a la declaración infalible.
Y en esta fórmula, de resonancias tan solemnes, se define el objeto de tal declaración: "eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente". Sin más matizaciones.
Aquí no hay duda de cuál es el objeto de esta formulación. Eliminar a un ser inocente de manera directa y voluntaria es siempre gravemente inmoral.
Lógicamente esta gravedad inmoral que el Papa predica está sujeta a la doctrina católica sobre el pecado, pues no todo el que comete un acto es responsable, como pecador, de él. Pensamos en personas incapaces, sin uso de razón, faltos de libertad, sin conocimiento de que esa acción es pecado, etc.
Invocar la misericordia de Dios para justificar un acto es un hecho, a mi juicio, erróneo. El Señor ha demostrado en nuestra historia de fe una misericordia infinita con el pecador arrepentido, pero eso no convierte en virtud al pecado, ni sanciona como buenos actos que son intrínsecamente malos.
Teniendo en cuenta todas consideraciones, ¿podremos hacer ahora razonamientos para justificar este caso o aquel basándonos en opiniones subjetivas sobre si es preferible la vida de la niña o la de los fetos abortados o razonamientos similares?
El verdadero problema no viene de la cuestión canónica sobre si procede o no la sanción penal, que es una cuestión a dilucidar desde el punto de vista canónico y procesal; la verdadera cuestión se plantea cuando llegamos a proponer dudas sobre el fundamento moral de la gravedad de la conducta abortista en este o aquel caso, basándose en apreciaciones subjetivas accesorias.
Enlaces relacionados:
Ladran, luego cabalgamos (19-Marzo-2009)
Curar a los enfermos, no eliminar a nadie (7-Febrero-2009)
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