jueves, 19 de marzo de 2009

Ladran, luego cabalgamos


Parece que la campaña contra el aborto que acaba de poner en marcha la Conferencia Episcopal ha causado bastante daño. No se han hecho esperar las reacciones habituales que vienen a corroborar que la campaña publicitaria es todo un éxito.

En un repaso a los medios de comunicación, podemos encontrarnos todo tipo de declaraciones que tienen en común el sinsentido de fondo que mueve a los proabortistas.

Algunas en particular merecen un comentario: el director científico de Doñana, que debe ser un señor de una moral consolidada y probada, ha declarado para criticar la campaña que mientras los linces tienen una exigua población, la especie humana "probablemente sufre un problema de superpoblación".

Para este docto señor el aborto debe ser la solución de ese problema que él llama "superpoblación humana" y que tanto regusto anticristiano tiene. ¿Y si el aborto no es suficiente para solucionar ese 'problema'? ¿Podríamos justificar la muerte de otros inocentes para estabilizar la especie humana? Cuando se comienza por aceptar la muerte de seres humanos para justificar tesis pseudocientíficas, ¿dónde está el fin?.

Éste es un exponente más del pensamiento débil que nos quieren imponer desde las clases dirigentes hoy día: el hombre como una especie animal más, está sujeto a la regulación necesaria para satisfacer los propios planes de los sin-Dios.

Para los ecologistas, es la causa de todos los supuestos males del planeta por lo que se puede utilizar cualquier argumento que niegue la única verdad de que un sólo ser humano vale mucho más que cualquier otra especie viva entera; para los intereses antifamilia, el ser humano embrionario es prescindible para justificar la deriva social que se nos pretende imponer, pues el aborto es el que garantiza que voy a usar de mi sexualidad con toda libertad y sin límite.

Y ante todo esto, los 'rancios y antiguos' somos los que defendemos la vida humana allá donde esté, como si la moralidad humana pudiera ser tan voluble como para cambiar, por el mero paso del tiempo, lo malo en bueno.

P.E.: que alguien avise al teólogo Juan José Tamayo que puede encontrar en este enlace una brevísima descripción en dos páginas por la que puede aprender rápidamente de la mano de un nutrido grupo de científicos que la diferencia entre preembrión y embrión no existe. A ver si dejamos de decir tonterías.

Enlaces relacionados:
Manifiesto de Madrid, en defensa de la vida (PDF)
Curar a los enfermos, pero sin eliminar a nadie

No hay comentarios:

Publicar un comentario