LETANIAS DE LA HUMILDAD
¡Oh Jesús! Manso y Humilde de Corazón, escúchame:
del deseo de ser reconocido, líbrame Señor
del deseo de ser estimado, líbrame Señor
del deseo de ser amado, líbrame Señor
del deseo de ser ensalzado, ...
del deseo de ser alabado, ...
del deseo de ser aplaudido, ...
del deseo de ser preferido, ...
del deseo de ser consultado, ...
del deseo de ser aceptado, ...
del deseo de ser aprobado, ...
del deseo de quedar bien, ...
del deseo de recibir honores, ...
del temor de ser criticado, líbrame Señor
del temor de ser juzgado, líbrame Señor
del temor de ser atacado, líbrame Señor
del temor de ser humillado, ...
del temor de ser despreciado, ...
del temor de ser señalado, ...
del temor de perder la fama, ...
del temor de ser reprendido, ...
del temor de ser calumniado, ...
del temor de ser olvidado, ...
del temor de ser ridiculizado, ...
del temor de ser juzgado con malicia, ...
del temor de ser sospechado, ...
Jesús, concédeme la gracia de desear:
-que los demás sean más amados que yo,
-que los demás sean más estimados que yo,
-que en la opinión del mundo, otros sean engrandecidos y yo humillado,
-que los demás sean preferidos y yo abandonado,
-que los demás sean alabados y yo menospreciado,
-que los demás sean elegidos en vez de mí en todo,
-que los demás sean más santos que yo, con tal que yo me santifique debidamente.
ORACIÓN
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
(Su Eminencia, el Cardenal Merry del Val, acostumbraba rezar estas Letanías diariamente, después de celebrar la Santa Misa. Hoy está en proceso de beatificación).
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