martes, 9 de junio de 2009
Pensamientos (XXXII): Vittorio Messori
Hay verdades evangélicas, y en absoluto secundarias, que – sobre todo, hoy – tendemos a olvidar, a eliminar. Una de estas realidades incómodas, que todos estaríamos contentos de evitar, es confirmada con fuerza por el mismo Jesús. Es la pregunta dramática que dirige, como advertencia, a sus discípulos de cualquier tiempo: «Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino división». Una «división» tan profunda que no se detiene, ni siquiera, ante los vínculos más firmes, los de la sangre: «Pues en adelante estarán divididos cinco en una casa, tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12,51 ss.). Como se confirma en el pasaje paralelo de Mateo, el Hijo del Hombre «no ha venido a traer paz, sino espada; ha venido a «separar» (Mt 10,34 s.).
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Es una premisa importante, pues esta dinámica evangélica afecta también a María; más aún, le afecta en primer lugar entre todas las criaturas en la Iglesia y de forma muy especial, dada su relación con el Hijo. No es sólo un atentado al buen gusto, sino también a la dimensión dramática del Evangelio, el clima azucarado y retórico de determinadas devociones marianas, inmersas en el irrealismo siempre desengañado, de demasiado fáciles «es suficiente un poco de buena voluntad para apretujarnos todos en torno a la Madre del Cielo…».
... para decirlo como un Padre antiguo: «Quien ame a todos se salvará, pero quien quiera ser amado por todos, no se salvará».
Vittorio Messori, escritor y periodista (1941).
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