¿Sabes cuál es la argucia principal del demonio?
¿La tentación de un gran poder o riqueza? No.
¿La seducción de la carne? El diablo no necesita tentarnos en esto. Nuestra propia debilidad nos empuja.
¿Sembrar la duda en nosotros sobre Cristo?
Ninguna de estas estratagemas es la más frecuentemente usada por el demonio, la que causa más estragos, la que nos aleja más de Dios.
La estrategia que emplea con más frecuencia y más réditos le proporciona es: robarnos la paz de espíritu.
Dios y su amor reinan en nuestra alma si mantenemos nuestra paz de espíritu. Es en esta paz como al alma goza de la felicidad de los bienes recibidos, como progresa más efectivamente en la vida espiritual, como nos encontramos más unidos con Él.
¿No has experimentado alguna vez alguna de estas situaciones? Te encuentras en paz, pero algo viene a trastornarte al comienzo de la jornada: una discusión, por ejemplo. Esto ya te ha descentrado y te ha empezado a amargar el día. Después otro contratiempo se presentó: una llamada en la oficina que te obligó a cambiar la programación de tu trabajo. Al volver a casa un atasco de tráfico más importante de lo normal te hace retrasarte para reunirte otra vez con tu familia. Pretendías salir a hacer algunas tareas, te vestiste una camisa limpia, una de tus preferidas, y se rasgó accidentalmente. Cuando fuiste a cenar, la cerveza que tanto te gusta y que tomas todas las noches, se había acabado y ya no había.
Si te fijas, son todos pequeños contratiempos, naderías ordinarias, dificultades de la vida que podemos sobrellevar adecuadamente si estamos convenientemente preparados y sobreaviso. Nada de estos ejemplos es grave o permanente, todos estos incidentes son perfectamente normales en nuestras vidas.
Sin embargo, si no estamos preparados, es muy habitual que la suma de todas estas pequeñas dificultades terminen por causar en nosotros la sensación de que el día nos ha ido fatal. Y el diablo ha conseguido su propósito, sembrar en tí la semilla de la falta de esperanza, de la angustia, de la tristeza, sin que nada de eso sea debido a algo importante de tu vida, sino a una suma de pequeñas cosas.
Lucha en tu vida por conservar la paz espiritual. Acostúmbrate a hablar transmitiendo paz en tu tono de voz. Tómate las dificultades cotidianas de la vida con serenidad. Controla la ansiedad que transmites a los que te rodean.
Verás que todo esto revertirá positivamente hacia tí y será una manera de ir venciendo al maligno día a día.
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Gracias por esta hermosa reflexion Dios los Bendiga
ResponderEliminarDios le bendiga, amigo y le lleve en la palma de su mano.
EliminarEstoy muy de acuerdos, Manolo, que son esas pequeñas cosas las que nos desquician y nos empuja hacia una cadena de despropósitos. Esta situación me hace pensar, ¿qué habría pensado Job de estas nimiedades que a nosotros nos quitan la paz?
ResponderEliminarLa paz contigo.
Y contigo. La falta de paz nos aleja de Cristo. Siempre me acuerdo de una frase de San Pío de Petrelcina: "Reza y quédate tranquilo". Como bien dices Job es el ejemplo. A veces nos lo imaginamos como el santo de la paciencia, pero podría ser quizás mejor el santo de la paz.
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