Jesús, Gran Ingeniero del mundo
de tu mano poderosa nació todo nuestro saber,
hasta el que no conoceremos nunca.
Entre nosotros, quisiste someter tu grandeza al cuidado amoroso de San José, príncipe y patrón de los ingenieros.
Tú has querido mostrarte escondiéndonos tu misterio en las ecuaciones diferenciales irresolubles.
Has manifestado tu inabarcabilidad en el infinito campo de los números, en igualdades como 0,9999... = 1, en el espacio inconmensurable que nos rodea.
Tu poder asombra a los científicos más sabios cuando juegas con el número pi, el número e o la razón áurea que aparecen por tu mano en los lugares más recónditos del saber.
Podemos palpar los vestigios de tu infinitud cuando decimos que una recta se prolonga sin término, que el espacio cartesiano no tiene fin, que el límite de una función tiende a infinito.
Tú has querido manifestar tu omnipotencia en los axiomas de la Matemática, entregándonos herramientas que no podemos demostrar.
Nos demuestras tu eterna sabiduría cuando surgen nuevos teoremas tras solucionar otros que han permanecido irresolutos durante 300 años.
Nos has permitido reproducir la vida humana y adaptar nuestro entorno transformándolo para que sea nuestro hogar, aun en los lugares más recónditos y adversos, pero no nos permites crear de la nada ni una brizna de materia o energía, reservándote para Tí tu inmenso poder creador.
Nos das las habilidades para crear una máquina colosal como el LHC (Gran Colisionador de Hadrones) aun sabiendo como sabemos que no podremos usarlo para crear nada sino solamente para conocer mejor tu obra y el amor que ella encierra.
Conocemos al mismo tiempo la naturaleza interna del estallido desenfrenado de una supernova y las ecuaciones que gobiernan la transferencia de calor de la brisa sobre nuestra piel, convirtiéndonos en "nuevos Elías" a la entrada de su cueva en el Horeb.
Igual que nos dejaste tu evangelio para conocerte a Tí, también nos dejaste la manera de conocer mejor tu obra: el método científico.
Señor, quisiera pegarme cada vez más a Tí como una función a su asíntota.
Quisiera abrazarte como una parábola abre sus brazos hasta el infinito, sin cansarme de buscarte.
Quisiera añadir obras de amor a mi vida como a una serie de Taylor añadimos términos para buscar exactitud, siempre alrededor tuya, que eres la perfección suma.
Que no me canse de testimoniar tu evangelio, a pesar de mi imperfección, de la misma manera que un fractal se reproduce a sí mismo sin descanso.
Por Tí, las ciencias las escribimos con mayúsculas. Y sin embargo, sé que todo eso es nada al lado tuyo, que todo lo has puesto al alcance de nuestro conocimiento sólo para manifestarnos una sombra de tu poder y tu gloria.
Ante Tí me arrodillo y me postro, Señor, encerrado por amor en el Tabernáculo bajo el círculo perfecto e inconmensurable de la hostia consagrada.
Qué osadía la nuestra, la de querer enmendarte siempre la plana.
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