sábado, 16 de febrero de 2013

Benedicto XVI, un nuevo Agustín



Desde que nos enteramos de la renuncia a su cargo de Su Santidad Benedicto XVI no hemos dejado de oir todo tipo de interpretaciones de esta decisión.

El referente más inmediato de las críticas ha sido siempre el modo en que decidió seguir en su puesto nuestro Santo Padre Juan Pablo II hasta el fin de sus días. Entre todas estas interpretaciones ha habido, como siempre, las bienintencionadas y las que acompañan su opinión con una buena carga de profundidad contra el Papa y contra la Iglesia.

Sin embargo, nos olvidamos de algo muy importante, importantísimo diría yo para nuestra fe católica, algo que se convierte en la columna vertebral de nuestra fe y que sin él, nuestra fe se vuelve vana e intrascendente y es el amor.

San Agustín nos lo expreso de una manera magistral: "Ama y haz lo que quieras". Sí, haz lo que quieras .... lo que quieras.

"Pero siempre me han dicho que para salvarme tengo que cumplir con los mandamientos y estos son muchas prohibiciones de hacer cosas de las que nos gustan: robar, matar, ser infiel en el matrimonio..." ¿Cómo me va a decir San Agustín que "haga lo que quiera"?

Evidentemente, las palabras del santo padre de la Iglesia hay que llevarlas al corazón con la luz de la fe.

San Agustín nos dice que si amo, puedo conducir mi vida por caminos distintos de los de otra persona que también es creyente y busca la santidad como yo. Y esto, no sólo no es malo, sino que nos sirve para cumplir el plan de Dios en nuestra existencia.

No todos tenemos que hacer las mismas cosas como fotocopias de vida, sino que lo importante, lo central de verdad es amar. Cuando amamos, nuestra actividad se ve guiada siempre por Dios.

¿Y por qué tenemos los mandamientos que son prohibiciones de hacer? Porque los mandamientos nos orientan acerca de aquello que nos es verdaderamente perjudicial para nosotros. Son aquella advertencia: "no entres en el pantano, porque puedes perecer". Salvando esas advertencias, todo nos es permitido, que todo nos conduce a Dios si lo hacemos amando. 

El Papa Benedicto XVI ha tomado esta decisión durísima en su vida y ha tenido que hacerlo cuando sus fuerzas están desgastadas y los años comienzan a pesar en nuestro maltrecho cuerpo. Y ha elegido un camino distinto al de sus predecesores, pero lo ha hecho por amor a la Iglesia que es la obra de Dios en la tierra. ¡Qué lección de amor más profundamente teológica nos ha dado!

Por eso, nuestro cariño y nuestro recuerdo irá siempre con él, esté donde esté, pues él con su vida y con el final de su pontificado se ha hecho merecedor de ser un nuevo Agustín de Hipona para la Iglesia.

Mi abuela murió recientemente a la edad de 100 años. Para mis hijos ella fue siempre la abuela Joaquina, por lo que tuvieron la fortuna de conocer en vida a tres abuelas. Y eso no desmerece nada, sino que enriquece; no disminuye a nadie, sino que aumenta a todos.

Para mí nuestro Papa actual, cuando deje de serlo, seguirá siendo S.S. Benedicto XVI y nos referiremos a él con cariño, con respeto, con profundísima admiración como el Papa Benedicto, como lo hemos hecho siempre, como si tuviéramos un abuelo de más en nuestra familia.

Habrá un nuevo Papa al frente del timón de la barca que es la Iglesia y lo querremos como nuestro Padre en la fe. Pero Dios nos ha regalado en estos tiempos a un Abuelo en la fe, a un abuelo del mundo, a un nuevo Agustín, y eso no desmerecerá del primero jamás.

¡¡Viva Benedicto XVI!!    ¡¡Viva el nuevo Papa!!

Enlaces relacionados:
Índice de artículos Bíblicos
La Virgen María y los árboles del paraiso
La última oración de Jesús: el salmo 22
Las homilías del Bautismo de Benedicto XVI