sábado, 18 de abril de 2009

El secreto de Susan Boyle


En innumerables ocasiones las dificultades que nos plantea a los católicos el progreso en la vida espiritual se deben a las respuestas irreflexivas que damos a las distintas situaciones de la vida. Somos seres de prejuicios, y con ellos nos vestimos todos los días para impartir nuestra justicia a los demás por lo que no dejamos de incurrir casi siempre en los mismos errores con obstinación.

Sabemos la respuesta que vamos a obtener de tal o cual persona, y también conocemos qué hará fulano o zutano en cuanto ocurra lo imprevisto, y esto es porque confiamos poco en la propia conversión del corazón. No somos capaces de que nuestro corazón cambie y, por tanto nos revestimos de la coraza protectora que nos sirve para convencernos de que los demás tampoco van a cambiar, que son esclavos de sus pasiones igual que nosotros, que ocultan en su interior lo que ya intuimos que hay sin posibilidad de cambio.

De esta manera, juzgar por las apariencias se convierte en el mejor modo de aplicar nuestras pequeñas recetas de autocomplacencia, de que nadie va a cambiar su rumbo en su vida, de recetarnos el analgésico de nuestra conciencia para justificarnos una y otra vez.

Y al final no hacemos otra cosa sino equivocarnos una y otra vez, ser pertinaces en el error, en lugar de la virtud, y convertir la equivocación en la pauta de nuestra vida, pues hemos errado el objetivo: preferimos la desesperanza a la esperanza, elegimos lo superficial en vez de lo verdadero, lo que nos diferencia y nos separa en lugar de lo que nos une.

En estos días hemos recibido una lección de humildad que el Señor nos ha puesto ante los ojos. Una mujer de aspecto ordinario, más bien corriente, ha saltado a la popularidad de los medios. Era objeto de comentarios cínicos y burlas encubiertas, pues su aspecto exterior no era el de una belleza extraordinaria, ni su edad era la de una joven atractiva; incluso ha tenido en su vida algún tipo de limitación que le dificultaba para el aprendizaje.

¿Podemos esperar algo especial de una mujer normal? Sin embargo, ella tenía guardado un secreto, que no era tal: su voz, su magnífica voz. Cuando esta persona, ante un público irónico comienza a cantar, la audiencia cambia su cinismo en admiración y reconocimiento. Las risas se convierten en alabanzas, y los gestos de desprecio en inclinaciones respetuosas.

Y todo porque había cantado maravillosamente, había deleitado a todas aquellas personas con su voz y su interpretación, que resultaban aún más brillantes en tanto en cuanto salían de una mujer sin formación musical ni el glamour del espectáculo. Pero su voz los rindió a todos.

Ella seguro que se merece lo que le está pasando estos días. Millones de visitas a los videos de su interpretación que están en Youtube, reconocimiento allá por donde va, felicitaciones, alegría en suma.

Hoy la respetan quienes antes la despreciaban, hoy buscan su foto quienes antes la hubieran ignorado, pero ella sigue siendo una persona humana, digna de todo el respeto que cualquier ser humano es merecedor. Ella ha tenido la suerte de poder acallar todas esas críticas y burlas sólo con su voz verdaderamente melodiosa. Pero cuántas personas, incluso de nuestro entorno particular de cada uno, sufren la ignoracia o el desprecio porque no tienen ninguna cualidad para que las admiremos.

Susan Boyle es una lección de humildad para todos nosotros. No porque conozcamos ninguna faceta de su vida que nos sirva de ejemplo, sino porque nos hace pensar que si ella ha encontrado el camino del reconocimiento gracias a sus magníficas cualidades artísticas, ¿qué hubiera ocurrido si no las tuviera?. ¿Hubiera despertado en nosotros sentimientos de reconocimiento y admiración?

Me atrevo a contestar que probablemente no. Seguiríamos con nuestro vicio de haberla juzgado ya por su apariencia desgreñada y haberla clasificado entre las personas inferiores a nosotros y a las que podemos mirar por encima del hombro.

Ella ha sido redimida socialmente por sus cualidades artísticas antes ocultas, pero todo ser humano tiene una naturaleza que merece todo respeto y dignidad, y ha recibido una redención infinitamente mayor.

Ella nos ha enseñado, sin quererlo, que si nos fijamos en lo accidental, podemos condenar repetidamente a todo el que no nos guste, aunque hasta el ser humano más pequeño tiene la dignidad de ser imagen de Dios, que no se la da ningún virtuosismo humano, sino el amor divino inscrito en su corazón.

Video de la actuación de Susan Boyle (Youtube) (en inglés)

Video de la actuación de Susan Boyle (Youtube) (con subtítulos en español) (gracias a la gentileza del amigo Germán)

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2 comentarios:

  1. Ví su video ayer y me sentí orgulloso de ella.Una sencilla mujer con una voz portentosa.
    ¿Quién puede mirarla desde arriba?.
    Un abrazo.

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  2. Este es un gran ejemplo de humildad, sencillez y de un gran corazón, de una gran fe... el video es impresionante, pero la historia tras de ella lo es mucho más... definitivamente es un gran ejemplo de vida el que nos da Susan Boyle.

    Les dejo un link con la traducción es español:

    http://www.youtube.com/watch?v=31yzafJerZk

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