viernes, 24 de enero de 2014

Nuestra sociedad, herida de muerte

En la Historia hemos conocido grandes sociedades, grandes culturas que después de desplegar su grandeza, cayeron irremediablemente por diversas causas. Pensemos en el Imperio Romano, que tras desplegar toda su fortaleza en el mundo antiguo, decayó hasta el extremo de la desaparición, sin que pudieramos apuntar con el dedo a una causa específica, que no fuera la descomposición interna y la degradación de sus instituciones fundamentales.

Ese esquema se repite hoy en día. Estamos inmersos en un proceso de autodestrucción de nuestra socidad avanzada occidental por propia descomposición moral interna. Y este proceso no es debido al azar sino a un plan perfectamente orquestado que persigue acabar con las instituciones que han sido las esenciales para el desarrollo del pensamiento y la moral cristianas, como es la familia, núcleo social básico basado en el matrimonio entre un hombre y una mujer diferenciados en sus papeles.

La agenda es muy clara:

- para acabar con el matrimonio, hay que dar cabida en él a cualquier tipo de relación que se quiera establecer, por lo que el matrimonio perderá su esencia social fundamental.

- para ello es muy conveniente que el papel del hombre y la mujer queden desdibujados, para que se permitan enlaces hombre-hombre o mujer-mujer-hombre, por ejemplo. Para conseguir esto, el feminismo radical (que se cimenta sobre las bases de los movimientos sociales del siglo XX que perseguían los mismos derechos civiles para el hombre y la mujer, lógicos, por cierto, pero nada más) ya tiene las armas preparadas y listas, pues la etiqueta "machista" tiene efectos devastadores allí donde se utilice.

- el amor cristiano dejará de ser lo prioritario, para dar paso al sexo como motor prioritario de todas nuestra mociones, de manera que la permisividad sexual debe ser amplísima.

- como un mecanismo de "seguro" ante los riesgos de esta actividad, el derecho al aborto bajo diversas causas pseudojustificatorias será la excusa perfecta para el propio bienestar.

- la entrega personal al otro (véase la parábola del buen samaritano) dará paso a la solidaridad meramente económica con el que vive muy alejado, de manera que no lo conozco y no me causa problemas en mi día a día. La solidaridad se convertirá en la nueva palabra para la caridad, es decir, para el amor. 

- el bienestar propio y social será la nueva bandera. Todo lo que se oponga a él, podrá ser excluido, censurado e incluso víctima de la eutanasia.

- para este nuevo modelo social es una ayuda inestimable un sistema educativo perverso e incapacitante en el que se creen adolescentes manipulables y poco formados, que sean de inestimable ayuda en este proceso destructivo.

- nuevas formas de dependencia, cada vez más virulentas y graves, se instauran sin actividad por parte de los poderes públicos, dado que colaboran en este proceso destructivo; véase, por ejemplo, el uso indiscriminado de aparatos móviles (celulares) y otros equipos portátiles informáticos desde edades absolutamente precoces. La pérdida de tiempo y la permanente distracción que provocan actúan en contra del desarrollo lógico de la persona.

- las leyes y los impuestos no han de servir al bien común, sino que han de ser vehículos de autoperpetuación del Estado y de la propia ideología.

Como consecuencia de toda esta agenda, hoy muchas legislaciones occidentales empiezan a ver con buenos ojos la poligamia en sus diversas formas gracias al matrimonio homosexual que ha servido de semilla y de experimento social para la destrucción de la institución del matrimonio tal y como lo hemos conocido.

Hoy podemos encontrarnos con cierto material en internet en el que se recogen testimonios gráficos de las más diversas formas de "enlaces" ridículos y degradantes como los que sirven para legitimar la unión entre una mujer y su perro, entre un hombre y su coche, o entre cualquier persona y la paz o la libertad, todo bajo la apariencia de "derecho al matrimonio".

Gracias al desorden moral y a la permisividad social, no faltan iniciativas conducentes a ver cada vez con mejores ojos cualquier actividad sexual aunque sea con menores de edad amparados en el ejercicio del sexo como algo natural. Esto es consecuencia de la extensión de estos extremos hasta el punto de contaminar las esferas del poder donde se generan las leyes que rigen las sociedades.

El cáncer se origina en unas pocas células que terminan por contagiar su proceso destructivo a otras hasta que el enfermo alcanza un nivel de degradación tal que sus procesos vitales básicos son incompatibles con la vida.

Esto es lo que ocurre hoy en nuestra sociedad. Muchas causas han podido originar el primer daño que se ha ido extendiendo, pero hoy quiero fijarme en una de ellas de especial efecto virulento destructivo y es el feminismo radical mundial.

Han pretendido defender el derecho de la mujer destruyendo la esencia y la naturaleza propia del hombre. Han pretendido dar vida matando, y ese proceso nunca es positivo ni fructífero, sino destructivo y perverso, se practique en el ámbito que se practique.

Gracias a este movimiento hoy sigue habiendo muchas manifestaciones sociales que son propias de la mujer, pero ninguna del hombre. Todo atisbo de exclusividad masculino en cualquier ámbito social se tacha automáticamente de 'machismo' para conseguir su exterminio inmediato. Con esto se consigue que la mujer pueda participar en cualquier manifestación social, sin perder por ello la exclusividad que le es propia en muchísimos otros ámbitos.

Esto conduce a una desigualdad social manifiesta y a unos esquemas completamente distorsionados, que lo que persiguen es la destrucción social para instaurar un nuevo modelo igualitario en el que el predominio sea el de la mujer.

Nuestra sociedad está herida de muerte como lo estuvieron otras en la antigüedad. Esta opinión mía no nace del convencimiento de que la potencia infinita de Dios es capaz de cambiar las cosas sino del estudio comparativo con otros episodios de nuestra experiencia humana en el que la degeneración llega hasta un extremo en que es imparable.

Además otras sociedades esperan a la puerta de la nuestra para tomar posesión de los derribos de la nuestra y cimentar la suya propia. Otras sociedades que basan su fortaleza en el convencimiento de sus propios principios irrenunciables.

La sociedad occidental se enfrenta a su destrucción, gracias a la renuncia que ha hecho de los principios cristianos que hemos recibido en nuestra Tradición y que podemos leer en la Palabra de Dios.

Nuestra fe cristiana no está en juego, pues no depende de las estructuras sociales. Esto también nos lo ha enseñado la Historia, por lo que debemos encarar siempre el futuro con esperanza y con fe.

lunes, 22 de abril de 2013

El arco y la flecha de la santidad

Hace muchos años que leí o me contaron esta historia. He investigado sobre su legitimidad, pero nada he hallado al respecto.

En cualquier caso su enseñanza siempre nos reconforta. Se non è vero, è ben trovato. Y tal y como me la transmitieron en su día, yo hoy la comparto con vosotros.

Cuando San Juan era ya muy mayor, se retiró a la isla de Patmos, que se halla enfrente de las costas de la península de Anatolia (hoy Turquía). Él fue el único de los apóstoles que no fue martirizado y alcanzó la ancianidad. En la cueva que aún se conserva es donde se cree que él tuvo las visiones que le inspiraron la composición del Apocalipsis, que a diferencia de lo que muchos interpretan, no es un libro que hable del fin del mundo, sino de la liturgia celestial y su relación con la liturgia humana.

Para sus discípulos y amigos aquel era un hombre muy especial: fue el único apóstol que acompañó a Jesús hasta el mismo Calvario, a él le fue encomendada la Virgen María por el mismo Cristo en su agonía y al final, escribió uno de los evangelios que consideramos inspirados por Dios, el más teológico y el más doctrinal y rico en contenido.

Aquel era un hombre excepcional, sin duda.

Vivía una vida retirada, inspirando con sus palabras y su vida a aquella joven iglesia naciente.

Un día, sus conocidos lo sorprendieron cuidando distraídamente de unos pájaros que se habían acercado hasta donde estaba él. Su afán era proveerles un poco de alimento, así como disfrutar de sus cantos y sus leves saltos y gorjeos. En aquel entretenimiento podía invertir bastante tiempo, lo que hizo que aquellos coetáneos suyos sintieran un poco de extrañeza.

No era el comportamiento habitual de un hombre de Dios. Viviendo todo lo que él había vivido, tenía que ser una persona menos distraida, más concentrada, más meditativa y reflexiva. Aquello era más propio de personas más frívolas y superficiales.

Cuando la extrañeza fue lo suficientemente grande entre los que lo frecuentaban, el menos inhibido de aquellos muchachos se atrevió a decirle a San Juan: "Maestro, ¿necesita de nuestra ayuda? Le vemos cuidando a esos pájaros y nos extraña".

San Juan, por la expresión del rostro de aquel discípulo, entendió la intención de reproche en sus palabras y tras un breve silencio, le dijo:

"Mira, ve a la casa de tu amigo el cazador, y me traes un arco y una flecha".

Ante aquella petición tan insólita, el joven no pudo reprimir su curiosidad y buscó lo que San Juan le había pedido, más que nada para ver en qué acababa todo aquello.

Cuando hubo regresado con aquellos dos instrumentos, San Juan le dijo: "Ya que sabes cazar, tensa el arco con la flecha".

El joven así lo hizo. Se aparejó el arco y la flecha y lo tensó.

San Juan le dijo: "aún no es suficiente, tienes que tensarlo más". El muchacho así lo hizo y aumentó la tensión en aquel arco. San Juan lo miró dubitativamente y le insistió: "Aún más".

El muchacho sentía que aquel arco ya no daba más de sí, sus brazos se cansaban y no podría tensarlo más. "Maestro, no puedo más; si lo tenso más se romperá el arco".

San Juan lo miró benevolente y le dijo: "es suficiente". Aquel joven entendió aquella lección sin palabras sobre la santidad.

Todos tenemos nuestras limitaciones pues no hemos recibido fuerzas ilimitadas. Estamos llamados a la santidad, pero nuestra condición es frágil y pecadora.

Imaginémonos una esfera suficientemente grande y a cada uno de nosotros colocado en el centro de esa esfera. Todas nuestras posibilidades y potencialidades, de virtud y de maldad, están dentro de la esfera, todo lo que podemos hacer y decir, los talentos recibidos, lo que está al alcance de nuestra mano.

Por otro lado, fuera de la esfera se halla lo que nos es imposible porque la naturaleza nos lo ha negado o porque la gracia de Dios no considera que sea lo conveniente para nosotros, simplemente porque no son talentos de los que nos han sido entregados.

Si consideramos la imagen de la esfera, la santidad a la que estamos llamados está dentro de la esfera. Para ser santos, Dios no nos pide cosas imposibles, sino cosas posibles para nosotros, aunque creamos hoy día que son muy difíciles de hacer.

Todo consiste en discernir entre "lo imposible" y "lo posible, aunque sea difícil". Ser santos no consiste en llevar todas nuestras potencialidades al límite, sino simplemente en amar como Jesús quiere de nosotros.

La santidad está al alcance de la mano de cada uno de nosotros, aunque muchas veces creamos que es algo propio de superhéroes. Sólo se trata de llegar al convencimiento de que podemos salvar nuestras perezas y comodidades y convertir el evangelio en nuestra norma de vida.

Es un error frecuente perder la paz interior por contemplar la santidad como algo tan inalcanzable que la vemos como irrealizable en nuestras vidas, como si Dios nos pidiera un imposible. Sin embargo, Dios nos pide gestos sencillos de amor, como decía la Beata Teresa de Calcuta, para que, a través de ellos, alcancemos la dicha de ser santos.

De la misma manera que todos hemos recibido distintos talentos, también tenemos cada uno un plan distinto de Dios para nuestra santidad, y nuestra labor es descubrir ese plan divino en nuestra vida cotidiana.

Dios no nos pide cosas absurdas ni irrealizables. Todo el evangelio es posible con la gracia de Dios.

Si creemos demasiado en nuestras propias fuerzas difícilmente asumiremos que Dios nos puede perdonar cuando flaqueemos y caigamos en la tentación.

Si creemos demasiado en nuestras propias fuerzas difícilmente perdonaremos a los que se acerquen a nosotros y nos hagan algún mal, porque pensaremos que todo el mundo ha de ser tan extraordinariamente sólidos como nosotros creemos ser. Y esto no es la santidad.

Ser santos implica confiar en Jesús, poner nuestras vidas en sus manos y dejar que Él nos modele.

Si vemos nuestra santidad como una tarea suave que nos lleva a la felicidad y no como una labor de titanes que llegue a tensar el arco de nuestra vida hasta el límite de la rotura, quizás nos decidamos a ser santos más pronto que tarde, siguiendo el ejemplo del discípulo amado.

Enlaces relacionados:
La perra buena voluntad
¿Juega el pecado algún papel en nuestras vidas?
El amor verdadero
El otero de Dios

sábado, 13 de abril de 2013

Un juicio en conciencia

Todos nos planteamos en algún momento de nuestra vida la toma de decisión sobre si algún acto concreto es concorde a la voluntad de Dios o no. ¿Qué debemos hacer en esta o aquella situación concreta? Si mi conciencia me dicta honestamente un proceder, ¿qué debo hacer? ¿Y si mi conciencia recta me dicta no hacer un acto que todo el resto del mundo aprueba?¿Es siempre lícito un mismo acto?

El Catecismo de la Iglesia, siempre nos ilumina con su enseñanza. Acudimos a él para aclarar estos conceptos:

1790: La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si obrase deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos.

Cuando tenemos una conciencia recta y bien formada, su dictado se convierte en norma de actuación para nosotros. El examen de conciencia honesto nos debe conducir a tomar una decisión en nuestro obrar, que si está guiada por la buena voluntad de hacer lo correcto, es ley de obligado cumplimiento.

1849: El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta...

Por tanto, la falta contra el propio dictado de la conciencia es lo que el catecismo define como pecado. De ahí que nuestra conciencia esté rectamente formada, y nuestra voluntad lo suficientemente robustecida para seguirla sin temor.

1776: ... La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella (Gaudium et Spes 16).

En la propia conciencia, el hombre se encuentra a solas con Dios. No hay intermediarios ni barreras. Ni siquiera la Iglesia puede intervenir en el juicio de la conciencia propia. Por tanto, nadie puede juzgar la conciencia ajena en sus actos.

En la vida de todo cristiano, el problema de conciencia se plantea sin cesar, pues nos enfrentamos en un combate con un enemigo poderoso (aunque no imbatible). San Agustín dijo: "Empezaste a creer: prepárate para la guerra".

El mundo actual se vale de poderosas armas para acallar nuestras conciencias:

- "la corriente dominante dice que hay que hacer esto, ¿tú vas a contradecir a todos los demás?".

- "mientras tu conciencia te acusa en este tema, la mía no, así que la cosa termina en empate y que cada uno haga lo que quiera".

- mediante la conveniente tergiversación mediática, cualquier cosa puede venderse como positiva para una conciencia poco formada. No creo que haya tantas personas partidarias seriamente del aborto como poco formadas moralmente sobre sus consecuencias.

- en un mundo sobreabundante de información y de medios, la defensa ante esta "sobredosis" es la pasividad de la conciencia: "unos dicen que está bien, otros dicen que está mal... yo me inhibo".

- El exceso y sobreabundancia de tecnología distrae y adormece las conciencias por falta de interioridad y reflexión. Hoy los jóvenes no leen libros educativos, no forman sus conciencias, se basan en lo que oyen a sus amigos (igual  o peor formados que ellos) sin que haya una alternativa.

Indefectiblemente podemos percibir que todas estas argumentaciones nos llevan a la falta de libertad, pues lo contrario de una conciencia formada no es una conciencia libre, sino una conciencia sometida al dictado de la mayoría.

Otros artículos interesantes para leer más sobre este tema en el Catecismo de la Iglesia:

1776: la conciencia como ley que el hombre no se da a sí mismo.
1777: la conciencia ordena practicar el bien y evitar el mal.
1778: la conciencia como juicio de discernimiento de la razón.
1779: para oir a la conciencia, interioridad.
1780: nuestros actos nos exigen rectitud de la conciencia moral.
1781: la conciencia implica la responsabilidad de los actos.

(Todos los subrayados y negritas de citas de otros textos son siempre míos y, por lo tanto, no corresponden al texto original. Los títulos resumidos de los artículos citados del Catecismo de la Iglesia también son míos por lo que pueden estar incompletos o responder a mi interpretación de los mismos. Consulta el texto original siempre).

Enlaces relacionados:
No te preocupes por lo que piensen de tí.
Todo el mundo busca algo.
La salvación de otros depende de mí.
La 'perra' buena voluntad.

domingo, 7 de abril de 2013

Si yo fuera capaz de comprender...

Si yo fuera capaz de comprender que mi pasado ya no existe, aunque yo le dé muchísima importancia a todas las cosas negativas que me han ocurrido.

Si yo fuera capaz de comprender que mis faltas a la caridad del pasado terminan por romper algo en mi que se sana con el perdón.

Si yo fuera capaz de comprender que conformar mis actos a la voluntad de Dios es atesorar tesoros en el cielo.

Si yo fuera capaz de comprender que la misericordia de Dios llega infinitamente más allá que mi mezquindad humana.

Si yo fuera capaz de comprender que el mayor acto de amor de Dios por mí es el de haberme creado libre, aun cuando eso me pudiera apartar de Él.

Si yo fuera capaz de comprender que Dios me ha creado libre para que pueda amar auténticamente, sin falsedad.

Si yo fuera capaz de comprender que no puedo entender la mente de Dios porque sólo soy una criatura. 

Si yo fuera capaz de comprender que amar es sanar heridas.

Si yo fuera capaz de comprender que cada día que veo amanecer es un puro regalo de Dios.

Si yo fuera capaz de comprender que para amar basta con tomar la decisión de hacerlo.

Si yo fuera capaz de comprender que nada me aprovechan los juicios que hago de los demás.

Si yo fuera capaz de comprender que Dios está dispuesto a perdonarme siempre que yo acepte su perdón, sin reproches.

Si yo fuera capaz de comprender que el silencio de Dios es un voto de confianza en mi.

Si yo fuera capaz de comprender que yo me destruyo más si no doy amor que si no recibo amor.

Si yo fuera capaz de comprender que Dios tiene un plan para mí aunque yo no lo vea o lo sienta.

Si yo fuera capaz de comprender que Jesús no es una idea, sino que es una persona viva y me escucha en el fondo de mi corazón.

Ay, si yo fuera capaz de comprender esto... entendería todo lo demás.

Enlaces relacionados:
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