No recuerdo su nombre, pero no es imprescindible.
Fue un mártir de la revolución cristera de México de 1926.
Muchos cristianos fueron conducidos como perros a su martirio, pero todos ellos fueron con alegría y perdonando a sus captores.
Son ejemplo para nosotros en el trance de la muerte y para nuestra vida cotidiana.
Las palabras de este mártir nos fueron legadas por otros testigos:
Antes morir que fallarle a Jesús
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Todo por Jesús, de El soy y a El volveré.
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