jueves, 11 de agosto de 2011

Las flechas en la aljaba (V): Cristo y la Cruz

Señor, te he buscado en el lado más cómodo de mi vida, cuando soy feliz, cuando estoy descansado, cuando no paso calor ni frío, cuando estoy saciado de todo lo demás.


Incluso me he atrevido a pedirte que me mandes una cruz (como si no tuviéramos todos alguna cruz ya, de las de verdad, de las que pesan insoportablemente). 


Pero yo quería una cruz bonita, de esas de las que llevarlas resulta una experiencia hasta agradable y presuntuosa.

Pero recibí una cruz de las que pesan terriblemente, de las que te hacen sufrir en la más absoluta soledad
de las que te producen una sed que ningún agua puede saciar
de las que te hacen pensar que eres el más incomprendido,
de las que te hacen odiar la vida porque sólo ves un desierto a tu alrededor sin posible remisión...

Comencé a sentir alivio cuando me di cuenta de que Tú vas conmigo cargando con ella, simplemente porque así lo has querido; no necesitabas cargar con mi cruz, pero lo haces... y entonces comencé a comprender el sentido de la cruz


Tú no nos las envías necesariamente, sino que nos ayudas a cargar con ellas, cuando se presentan, y a hacer que representen para nosotros un avance, un cambio, un provecho espiritual, porque Tú tienes el poder de cambiar lo malo, lo negativo en bondad y beneficio.

No te desesperes ante las cruces de tu vida; espera de ellas un progreso espiritual y trabaja en tu corazón porque sea así.

No busque a Cristo sin Cruz


2 comentarios:

  1. Así es, Señor. Sabes que no me he quejado nunca de mi cruz, pero no lo hago porque no es tan pesada como los otros creen. Ellos se maravillan, y no saben que no es tan pesada como aparenta; hasta que descubrí que eras tú mi cirineo y por eso me parece liviana. ¡Gracias, Señor, por tu misericordia!

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  2. Benditas cruces que nos mantienen despiertos para conducirnos a Ti y Contigo junto a mi.

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