viernes, 20 de marzo de 2009

Pensamientos (XI): San José


Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús.

De estas fuentes ha manado su dignidad, su santidad, su gloria. Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la santísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro.


Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella.


S.S. León XIII, Encíclica Quamquam pluries, n. 3, sobre San José (1889)
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(S.S. Pío IX declaró a San José como Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870).

Enlaces relacionados:
Juan Pablo II, sobre el Sagrado Corazón de Jesús
Pío XII, sobre el Cuerpo Místico de Cristo

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