miércoles, 11 de marzo de 2009

La liturgia estacional: Introducción


Era costumbre, desde los primeros tiempos de la Iglesia, celebrar la liturgia cuaresmal de modo especial. Así, mientras en Jerusalén se celebraba la eucaristía el domingo y se suprimía el resto de los días feriales en señal de luto, en Roma en cambio se celebraba todos los días, excepto en los dos últimos de viernes y sábado santos (costumbre que seguimos manteniendo en nuestra liturgia actual).

Durante la cuaresma se tenían ritos especiales con la participación del Papa que, junto con el pueblo, manifestaba de forma solemne la naturaleza de estos días penitenciales para poner de manifiesto las palabras de la Escritura:

"Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6, 17-18).

Esta liturgia especial recibió el nombre de estación, que procede del latín statio, vocablo militar que significa "estar en guardia, velar" para significar que este modo de proceder era una manera de recordar al cristiano la necesidad de permanecer vigilantes en estos días. Así 'hacer estación' o 'estar de estación' llevaba implícita la necesidad penitencial de ayunar y de velar en la fe.

La primera constancia que tenemos del uso de este término la encontramos en el Pastor de Hermas, escrito del s. II: "..veo al pastor sentado junto a mí, que me dice ¿a qué has venido aquí tan temprano? A lo que respondí: Stationem habeo, porque tengo estación..." y después aclara que por 'statio' entiende el ayuno.

El nombre de estación terminó por designar la liturgia papal que consistía en que en los días cuaresmales, se reunía con el pueblo en un determinado lugar para ir en procesión hasta la basílica o iglesia cercana y allí terminar el acto con la celebración eucarística. Esta liturgia se sigue practicando aún hoy en Roma.

Enlaces relacionados:
El ayuno, un gesto de amor
Sobre el miércoles de Ceniza

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