sábado, 9 de mayo de 2009

Pensamientos (XXIV): Juan Pablo II


Id también vosotros.

La llamada no se dirige sólo a los Pastores, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, sino que se extiende a todos: también los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor, de quien reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo.

Lo recuerda San Gregorio Magno quien, predicando al pueblo, comenta de este modo la parábola de los obreros de la viña:

«Fijaos en vuestro modo de vivir, queridísimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor».

Juan Pablo II, Christifideles Laici n. 2

Enlaces relacionados:
Santa Ángela de la Cruz: Los dos abismos
Beato Pío IX: En la definición dogmática de la Inmaculada
San Alberto Hurtado: La comunión


jueves, 7 de mayo de 2009

Pensamientos (XXIII): Cardenal Newman


Casi a mediados de Junio de 1839, empecé a estudiar y a especializarme en la historia de los monofisitas... Vi mi rostro en ese espejo, y yo era un monofisita.

La iglesia de la Vía Media estaba en la posición de la comunión Oriental, Roma estaba donde siempre ha estado; y los protestantes eran los euticianos.


La Iglesia entonces, como ahora, debe ser llamada rotunda y decidida, resuelta, autoritaria e implacable; y los herejes eran hipócritas, variables, reservados y mentirosos, incluso cortejándole al poder, y nunca llegando a un acuerdo entre ellos.


En el verano de 1841... el problema retornó a mi. El fantasma vino por segunda vez. En la historia de los arrianos encontré el mismo fenómeno, de una forma más clara, la cual encontré en la de los monofisitas... Y vi claramente, que en la historia del arrianismo, los arrianos puros eran los protestantes, los semiarrianos eran los anglicanos, y Roma ahora era la que era.


Por dos años estuve en un estado de duda muy seria... Había sido confundido grandemente una vez; ¿cómo podría estar seguro de que no iba a ser confundido una segunda vez?


Me propuse escribir un ensayo sobre el desarrollo doctrinal; y entonces, al final de él, mis convicciones a favor de la Iglesia de Roma no eran débiles, para hacerme a la idea de buscar la admisión en su redil… Antes de terminarlo resolví ser admitido.


Desde que me convertí al catolicismo... yo no sentí más ansiedad de corazón en cualquier forma. Yo ya me encontraba en perfecta paz y conciencia. Yo no volví a tener más dudas. Fue como volver a puerto después de una tormentosa travesía por el mar; y mi felicidad permanece desde ese día hasta hoy sin interrupción.


El Cardenal John Henry Newman narra su propia conversión.
Apología pro vita sua, 1864.

Enlaces relacionados:
San Agustín: ¿Qué amo cuando amo a Dios?
San Alfonso María de Ligorio: Las obras de Dios
Oración del más rico de los hombres

miércoles, 6 de mayo de 2009

La inhabitación mutua de las personas de la Trinidad o pericoresis


La doctrina de la inhabitación se formula de la siguiente manera: donde está el Padre, está el Hijo y el Espíritu Santo; donde está el Hijo, está el Padre y el Espíritu Santo; y donde está el Espíritu Santo, está el Padre y el Hijo. Todo sin confusión entre las Divinas Personas.

Esta se ha venido formulando en la Iglesia Católica desde tiempos muy remotos. En el año 262 la carta del Papa Dionisio contra los triteístas y los sabelianos ya se formulaba esta doctrina. Pero la declaración más solemne tuvo lugar en el Concilio de Florencia (17º Ecuménico) mediante la Bula Cantate Dominio sobre la unión con los coptos y etíopes, de 4 de febrero de 1442. Dejemos hablar al venerable texto conciliar:

"Que el Padre no es el Hijo o el Espíritu Santo; el Hijo no es el Padre o el Espíritu Santo; el Espíritu Santo no es el Padre o el Hijo; sino que el Padre es solamente Padre, y el Hijo es solamente Hijo y el Espíritu Santo solamente Espíritu Santo... Estas tres personas son un solo Dios y no tres dioses... Por razón de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo." (DS 1331).

Textos bíblicos que reflejan esta doctrina tenemos varios, entre los que podemos citar los siguientes: "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10, 30); "Yo estoy en el Padre y el Padre en mí" (Jn 14, 10); "El que me recibe a mí, recibe al que me envió" (Jn 13, 20).

La doctrina de la inhabitación tiene una consecuencia sobre nuestra vida cristiana: confesamos que Cristo está presente en la Eucaristía en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Por tanto, si el Hijo está presente en el pan consagrado, también lo están el Padre y el Espíritu Santo.

La Eucaristía es por tanto un regalo trinitario para la Iglesia en el que a través del Hijo, hallamos a la Santa Trinidad. ¿Se nos podría haber dado más?

Enlaces relacionados:
¿Qué es la transustanciación? (26-abril-2009)
Sustancia, hipóstasis y relación en la Trinidad (4-mayo-2009)

martes, 5 de mayo de 2009

Pensamientos (XXII): San Agustín



En otra ocasión, cuando dijo el Señor: " Si alguno no comiere mi carne y bebiere mi sangre, no tendrá vida en sí" (Jn 6, 54), se escandalizaron algunos de los que le seguían y dijeron para sus adentros: Dura es esta palabra, ¿quién podrá escucharla? (Jn 6, 61).


Creían que Jesús decía habían de poder partirle y cocerle y comerle como a un cordero y, horririzados de estas palabras, se marcharon y no quisieron seguirle más.


Y el Señor, prosigue el evangelio, se quedó solo con los doce apóstoles, los cuales le dijeron: "Señor, mira cómo esos te abandonan". Y Él respondió: "¿Queréis también vosotros marcharos?" (Jn 6, 68), para hacerles ver que ellos eran los que tenían necesidad de Él.


No tenía Cristo de ellos necesidad ninguna.


San Augustín, Tratado 11 sobre el evangelio de San Juan, n. 5.


Enlaces relacionados:
San Agustín: ¿Qué amo cuando amo a Dios?
San Agustín: Tarde te amé
Pío XII: Misterio tremendo