Me atrevería a decir que esta es una de las situaciones más estresantes y difíciles de superar para los hijos, debido también a la frecuencia con la que se dan estos casos en la vida de hoy.
Y también es una de las circunstancias que más les afectan y les repercute en su modo de enfrentarse a la vida y a su propio crecimiento.
Por ello, los padres que pasan por el trance de separarse o de divorciarse deben prestar extraordinario cuidado con la situación de sus hijos.
Conocemos muchos casos de este tipo y nos atrevemos a hacer unas reflexiones basándonos en lo que hemos visto, de manera reiterada, en la inmensa mayoría de ellos:
1.- Los hijos son la parte más vulnerable de una separación o un divorcio. En estas situaciones aparecen entre dos personas los argumentos y las circunstancias más afiladas y punzantes que pueda uno imaginar. No los vuelvas hacia ellos, no los utilices como arma arrojadiza en vuestros asuntos.
2.- Los niños necesitan sentirse queridos, este es un alimento esencial para el crecimiento sano. Esta es la tarea principal de ser padres, la de ser vehículos y transmisores del amor de Dios. Convierte esta tarea en el centro de tu nueva vida. No veas a tus hijos como parte de un pasado a superar.
3.- Me dices que tienes derecho a rehacer tu vida, a ser feliz, a empezar de nuevo. ¿Has pensado mejor esto?: tienes la obligación de "hacer" la vida de tus hijos; tienes la obligación de hacer felices a tus hijos; tienes la obligación de estar ahí cuando tus hijos "comiencen" sus vidas. Y todo esto por encima de tus necesidades particulares. Ánimo que no es difícil: son tus hijos, ¿no lo harás por ellos?.
4.- No conviertas a tus hijos en un pozo de contemplaciones sin fin. Es fundamental que vosotros, sus padres, trabajéis conjuntamente por su felicidad, no ofreciéndoles caprichos cada vez mayores, "los tuyos sobre los míos". Utilizar los regalos como una espiral de chantajes emocionales, las vacaciones, etc. conduce a un precipicio educativo.
5.- Los hijos de padres separados o divorciados (aunque no sólo ellos) pasan mucho tiempo solos en sus casas. Esto es terrible. La consecuencia inmediata es la ociosidad, las distracciones inoportunas e innecesarias, los vicios que las acompañan, la falta de aprovechamiento en los estudios, la relación indiscriminada con otros amigos por el mero hecho de estar aburridos. Piensa en cómo puedes mejorar o cambiar esto. La labor callada de unos abuelos o de otras personas cercanas es impagable.
6.- Si te has separado o divorciado, eso no quiere decir que hayas renunciado a los valores fundamentales de la sociedad según Dios. Resiste la tentación de complacer a tus hijos en todos los errores de la vida moderna, pensando en que si lo haces, contribuirás a su felicidad (maltrecha por la separación): salidas sin límite, compras compulsivas, móviles que no necesitan, internet indiscriminado, relación con cualquier tipo de personas que se encuentren en las calles.
7.- No pretendas forzar su crecimiento porque a tí te convenga. Pasas por una situación difícil en tu vida y piensas que si tus hijos se hacen mayores pronto, todo mejorará. Pero esto perjudicará tremendamente a tus hijos, porque los habrás sometido a un desarrollo forzado para el que no van a estar preparados. No precipites las etapas de crecimiento.
8.- Imagínate que te obligaran a cambiar de piso cada semana y estuvieras constantemente de un lado para otro. O que te cambiaran de centro de trabajo continuamente, que tu entorno más próximo termine por ser algo lejano porque siempre está cambiando. ¿Por qué lo haces con tus hijos? Cuando la convivencia es imposible, tenemos que darle una solución, claro está. Pero siempre que se pueda, el niño debe mantener su rutina diaria como parte esencial de su vida. Si hoy no encuentras la manera de hacerlo, piensa en cómo lo puedes conseguir el día de mañana.
9.- "Manolo, estás siendo muy exigente conmigo y me pides unas cosas casi irrealizables. Parece que no conoces el mundo de hoy...".
Te contesto: estando vivo y feliz tu matrimonio, si tu hijo hubiera necesitado un riñón tuyo, ¿se lo habrías dado? Seguro que sí. ¿Y si hubiera necesitado tu vida para que él siguiera viviendo, se la habrías dado? Sin pensarlo...
Ahora él necesita otros sacrificios tuyos, ¿se los negarás?. No son cosas fáciles de hacer, como tampoco lo es renunciar a un riñón que puede servirte a tí. ¿Entonces ...?
Muchas personas tratan el tema de los hijos como un capítulo más de un largo documento de acuerdo matrimonial. Trabaja para que esto no sea así. Los hijos son algo central en vuestras vidas.
10.- Benedicto XVI nos ilumina siempre con su doctrina: los divorciados vueltos a casar no están marginados de la Iglesia, sino que pueden vivir su fe plenamente, aunque no puedan acercarse a recibir los sacramentos. Se participa en la Eucaristía si realmente se entra en comunión con el Cuerpo de Cristo. Si la Iglesia te acoge aún en esta situación tan difícil, no pienses que todo está perdido y lleva a tus hijos a Misa, porque Dios no os ha abandonado ni tú le has abandonado a Él.
Qué palabras tan consoladoras las de nuestro Santo Padre.
Cada pareja es un mundo. Es cierto. Y como todo esto depende de la voluntad de dos (no sólo de la mía), muchas de estas cosas son irrealizables porque la otra persona no está en sintonía mental y espiritual conmigo, con lo que yo pienso. Desgraciadamente, es así. ¿Qué puedo hacer?. 1) Haz lo que esté en tu mano, todo lo que puedas hacer. 2) Arrodíllate ante Dios y confía en Él. Sí, no basta la mera pasividad, creer que si yo hago lo que puedo, ya lo he hecho todo. No. Confía en Él, pon esto en sus manos, haz lo que puedas y lánzale la pelota al tejado de Dios, con humildad y amor. Él la recibirá con gusto, porque quiere ayudarte.
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No me atrevo a aconsejar qué deben hacer los padres en esta dramática circunstancia; sólo se me ocurre decir que ser padre es querer hasta dar la propia vida. Los casos que conozco de separaciones, casi siempre los hijos son la moneda de cambio del chantaje: mira tu padre... mira tu madre. El niño no entiende tu padre o tu madre, sino papá y mamá, algo que para él y de por vida será haya o no separación de sus progenitores.
ResponderEliminarSólo se me ocurre dar gracias por no pasar por esa situación y pedir para que mis nietos no pasen por ella.
Es difícil hablar de estos temas, pero algo tenemos que hacer cuando hay tanta gente que ves que está en el mal camino... y los que lo van a pagar y ya lo están pagando son ellos, los hijos.
EliminarPor cierto, me sumo a tu acción de gracias y petición.
EliminarCreo que primero estan los hijos pensar un poquito en ellos no estaria mal .No les parece?
EliminarPor supuesto, Silvia, ese es el espíritu de este artículo del blog. Los hijos no son pertenencias que hay que negociar. Si los adultos nos equivocamos, para mi es muy triste que pensemos en rehacer nuestras vidas sin pensar en que seguimos teniendo la misma responsabilidad sobre los hijos, aunque provengan de un matrimonio roto.
EliminarA veces la convivencia no es posible, o así lo juzga uno de los cónyuges... pero el sacramento permanece, la fidelidad también; es ser coherente. Siempre se puede rezar por el otro, no hablarle mal a él a los hijos (retrata tanto a una persona lo que dice de los demás...), perdonar y no guardar rencor, apreciar lo vivido y muy especialmente la vida de los hijos. El sacramento del matrimonio aún dará fuerzas para la dificultad de educar a los hijos cristianamente, enseñándoles a ser buenos, valientes, generosos, sobre todo, con nuestro ejemplo. A veces no se elige una ruptura, como no se elige una enfermedad, pero hay una forma de vivirlas en la que Dios ayuda cada día, y a veces, escribe derecho con renglones torcidos. Y no está prohibido pedirle a El el milagro de la reconciliación, si es su voluntad.
ResponderEliminarTienes toda la razón y siempre hay caminos abiertos posibles, porque los hijos son los que terminan siempre por sufrir.
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