sábado, 23 de mayo de 2009
Pensamientos: Santa Ángela de la Cruz
(De los hijos de la humildad)
Pues bien, el conocimiento propio es el primero que nos ayuda a practicarla. Cuando en la presencia de Dios nos estudiamos y vemos que somos nada, que nada tenemos ni podemos, ni en lo espiritual ni en lo material, que de Dios hemos recibido innumerables beneficios y que no hemos correspondido más que con infidelidades y pecados, entonces nos reducimos a la nada, nos llenamos de confusión y vergüenza y estamos dispuestas para todo. Y se acaban las pretensiones, el deseo de ser alabada, porque en el fondo de nuestra alma no resuena otra voz que para Dios la alabanza, la honra y gloria, y para mí el oprobio y confusión.
Y no podemos por menos que amar la humillación y con este amor aprovechamos todas la ocasiones de practicarla. Aunque el amor propio nos traiga que tenemos razón, no le damos oído, lo rechazamos con prontitud no resintiéndonos por nada; no nos justificamos ni nos volvemos contra nuestras Hermanas porque en alguna cosa nos rebajen o mortifiquen, sino que nos alegramos en Dios por tener esas pequeñas ocasiones de poder imitarle. Y si alguna vez como miserables desmentimos faltando a alguna de estas cosas, enseguida nos reconocemos, nos humillamos más y más delante de Dios y de nuestras Hermanas.
¡Ay, qué hermosa es esta virtud! Con este amor a la humillación sólo, nos santificaríamos, si lo practicáramos siempre: siendo la última, escogiendo el último lugar, sin meternos en nada, sin dar nuestro parecer y alegrándonos que ni nos lo pidan. ¡Qué dichosas seríamos!... pero, en fin, empecemos para gloria de Dios.
Santa Ángela de la Cruz, Fundadora de la Compañía de las Hermanas de la Cruz.
Carta de Año a sus Hermanas, 25-diciembre-1895.
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