"Padre, usted tiene un gran corazón y hace una obra maravillosa. Pero ese hombre es un degenerado, ha cometido crímenes, maltrata a su familia, utiliza el dinero para cosas deshonestas...".
El sacerdote, hombre de Dios y prudente, le interrumpió y le dijo:
"Él me dice que es para una necesidad, y yo le creo.
Lo demás depende de su conciencia"
La búsqueda sincera de la santidad corre frecuentemente el riesgo de caer en la efectividad a costa de lo verdaderamente importante, el amor.
Las palabras de este santo sacerdote nos revelan la íntima coherencia de los actos de los santos, no siempre evidente a todos: el amor solicitado por Cristo de todos nosotros no está condicionado a la obtención de resultados.
El Señor no quiere que busquemos la rentabilidad en nuestros actos, sino la expresión más pura posible del amor y la cercanía con los demás.
El amor al que debemos aspirar es el que consiste sólo en dar, y no esperar nada a cambio.
El amor que me pide Jesús no depende de la conciencia de mi prójimo, sino de la mía.
Éste es el amor auténtico.
El amor al que debemos aspirar es el que consiste sólo en dar, y no esperar nada a cambio.
El amor que me pide Jesús no depende de la conciencia de mi prójimo, sino de la mía.
Éste es el amor auténtico.
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Llegué a Cáritas en el 2004; desde entonces, estoy desaprendiendo a juzgar e intentando amar como soy amado, sin contrapartidas.
ResponderEliminarAmar porque somos hermanos por hemos salimos de las manos del Amor, es esa nuestra vocación Amar, Amar sin esperar pues es Dios quien se quiere dar.La santidad es fruto del Amor.
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