viernes, 26 de agosto de 2011

Para orar (VII): orar es amar

Muchos cristianos en el fondo, no sabemos orar. 


Creemos que orar es repetir oraciones, pero es muy difícil escuchar a algún sacerdote que nos diga cómo hemos de orar. 
Porque orar no es una deuda que tengamos con Dios, sino un beneficio que Dios tiene con nosotros.


Cuando oramos hacemos presente a Dios en nuestras vidas de una manera especial, escondida, misteriosa, pero efectiva, muy efectiva. 


Quien no ora, no progresa espiritualmente. 


Si te va mal en la vida, abandona tu oración y te sentirás peor.
Orar no es vocalizar, repetir palabras; es ponernos en la presencia de Dios, invocarlo, alabarlo, adorarlo, darle gracias, vivir con Él, amarlo.


Si yo fuera a visitar a mi madre (o hablara con ella por teléfono) y me pusiera exclusivamente a leerle algún texto repetitivo, mi madre podría sentirse un poco ofuscada y trastornada. Mi madre quiere que le cuente mis cosas, que le hable al corazón, que me siente a su lado y no diga nada.


La oración vocal es muy necesaria para ponernos en la presencia de Dios. Ya lo dijo Jesús: "Cuando tengáis que orar, hacedlo así..." y nos dejó la oración del Padre Nuestro. La Iglesia nos ha recomendado desde hace varios siglos el rezo del Santo Rosario, que es muy beneficioso en gracias espirituales. 


Pero, ¿y si, además de rezar el Santo Rosario, nos ponemos en la presencia de Dios y nos dedicamos sólo a amarle, a estar con Él? 
Los seres humanos necesitamos sentir a Dios a nuestro lado, que Él camina junto a nosotros, que nos alienta y nos sostiene en nuestra vida. Y no vamos a descubrir esto si no es a través de la oración.


Estimados amigos: si Dios es amor, si nosotros hemos sido hechos para amar, si lo más grande que podemos dar y recibir de nuestros semejantes son muestras de amor, ¿no sería necesario que dedicáramos, de algún modo, algo de nuestro tiempo a gustar del amor de Dios, a expresarle el nuestro, a sentirlo junto a nosotros, a vivir con Él para poner nuestra cabeza en su regazo cuando estamos fatigados?


"Venid a mí, los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré".


Acudamos a Él en la oración. Si no dejamos hueco a Dios en nuestras vidas, ¿cómo podemos decir que lo tenemos presente?

Enlaces relacionados:
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3 comentarios:

  1. Sin oración no hay comunicación: habla, Señor, que tu siervo escucha. Con frecuencia me ocurre que estando ante el sagrario enmudezco y no soy capaz de decir palabra alguna. También en la etapa final de la vida de mi madre pasaba horas junto a ella, cogidos de la mano y en silencio, pero en contacto, en comunicación: ella me habló del perdón, de la necesidad de perdonar y ser perdonado.

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  2. BENDITO SEAS SEÑOR, POR SIEMPRE, GRACIAS PADRE POR TODO LO QUE ME DAS.

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