lunes, 6 de agosto de 2012

Un principio ético para todos los pueblos


No hay patria sin virtud,
ni virtud con impiedad.


1º tomo de las cartas a Elpidio, P. Félix Varela (1788-1853)

En esta obra de contenido moral escrita pensada en su Cuba natal, el P. Félix Varela establece este principio que puede ser de aplicación perfectamente a cualquier moral social de cualquier otro pueblo.

Para establecer el fundamento de una patria es necesaria la virtud, que es una disposición adquirida en la vida por el aprendizaje moral. Pero él en su exposición no se ciñe a la ley natural como norma universal aceptada por todos por la que expontáneamente podemos conocer el bien y el mal. El P. Varela alude a una moral de orden superior, basada en los principios cristianos.

Y de ese mismo modo, como presupuesto para la virtud necesitamos de la piedad, es decir, de la inclinación del ánimo que nos hace sabernos hijos de Dios y hermanos del resto de los seres humanos. La piedad, como don del Espíritu Santo, nos coloca en la perfecta senda para la construcción de la patria.

Ésta se fundamenta, por tanto, en la piedad de los ciudadanos que ha afianzado la conciencia moral del pueblo. De este modo, la existencia de la patria como ente social se establece a partir de unos principios que tienen fundamento en la conciencia religiosa cristiana de sus miembros.

Podríamos hacer un pequeño ejercicio de análisis de nuestras sociedades y buscar en los hechos la constatación de estos aforismos. No nos va a costar mucho esfuerzo encontrar ejemplos de pueblos que a través de la degradación moral, han terminado por sucumbir a su propia esencia patria. La deriva moral nos llevará inevitablemente al precipicio, sin remedio.

Y visto de otro modo, no encontraremos el camino de verdadera construcción nacional como no sea a través de unos principios religiosos sólidamente afianzados. 

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