domingo, 3 de julio de 2011

Las flechas en la aljaba (I)

Señor soy débil. Tiendo a hundirme entre mis miedos y mis debilidades. 
Si Tú no me sostienes, no sé qué será de mí.
Muchas veces me olvido de tu misericordia y creo que voy a 'ganarme' mi salvación, que voy a conseguirla por mis propios méritos. 
Pero el mérito y la generosidad han sido tuyas, nada más. Yo sólo tendría que dejarme llevar por Tu gracia, pero me resisto sin saber por qué.

Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi.


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3 comentarios:

  1. Esto me lleva a una doble lectura: al ciego de Jericó, hijo de Bartimeo, que estaba sentado junto al camino (Mc 10, 46-52); y también a Ap 3, 20: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo".
    Siempre en el camino de la vida donde está el encuentro con Jesús, el alcázar donde me pongo a salvo (Sal 143).

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  2. El sentido innato de debilidad, de incapacidad que tenemos los seres humanos ante el reto de la santidad, y el compromiso de la evangelización tienen su cimiento y fortaleza en lo que comentas: "Mira que estoy a la puerta y llamo".
    El Señor no nos deja, nunca de su mano, siempre sale a nuestro encuentro. El problema muchas veces es que no queremos ver dónde y cuándo aparece Jesús en nuestras vidas.

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  3. Gracias a nuestras debilidades, miedos y pecados nos permite buscar y conocer a Dios. Dios nos ha hecho perfectos para poder necesitar de El.

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