jueves, 28 de mayo de 2009

Pensamientos (XXVIII): Santa Teresa de Jesús


Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí -porque yo no atinaba a cosa qué decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia- se me ofreció lo que ahora diré para comenzar con algún fundamento, que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas.

Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites.


Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con la que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad, y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos -por agudos que fuesen- a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos creó a su imagen y semejanza.
...

¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra?

Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y así, a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos alma; mas qué bienes puede haber en esta alma o quién está dentro de esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos, y así se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura; todo se nos va en la grosería del engaste o cerca de este castillo, que son estos cuerpos.

Santa Teresa de Jesús, Las Moradas o Castillo Interior, capítulo I, n. 1 y 2.

1 comentario:

  1. Que delicia leer esto, es de una riqueza incalculable Dios nos habla, Dios necesita que colaboremos con El. Cuidemos por lo tanto nuestra alma.

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