Por lo que se refiere al bautismo dado a Alegretta, niña judía de unos tres años... contra la voluntad de los padres, los cardenales han decretado que la pequeña niña está verdaderamente bautizada, puesto que concurren la materia, la forma y la intención, que el bautismo puede ser certificado por un solo testigo y aunque los hijos de judíos no pueden ser bautizados contra la voluntad de los padres, si a pesar de todo de hecho son bautizados, el bautismo es válido y el carácter se imprime.
Que la niña bautizada debe ser educada por parte de los cristianos; que la mujer que la ha bautizado debe ser duramente advertida, para que en el futuro se abstenga de cosas semejantes.
Que después debe ser notificado el pueblo que no es lícito bautizar a los hijos de judíos contra la voluntad de los padres porque, aunque el fin es bueno, los medios sin embargo no son lícitos, sobre todo desde el momento en que está en vigor la bula de Julio III que impone la pena de 1000 ducados y la suspensión de los que bautizan a los hijos de judíos contra la voluntad de los padres.
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Decreto del Santo Oficio, de 23 de julio de 1639, bajo el pontificado de Urbano VIII.
Denzinger, ed. 38, n. 1998.
Parece que el Santo Oficio se tomaba muy en serio el tema del respeto a la libertad de toda persona, primero de los dones entregados por el Creador a Adán y Eva en el paraíso (Gn 2, 16-17). La salvación cristiana es siempre una oferta a todos, no una imposición. Porque hasta el alimento más sublime tomado a la fuerza sabe bien amargo.
Los castigos no eran cosa de tomarse a broma: 1000 ducados y suspensión a divinis (prohibición de administrar los sacramentos).
El fin no justificaba entonces los medios en la Iglesia. Aunque el fin sea el más sublime (la salvación eterna) los medios no pueden olvidarse, porque la salvación y la necesaria conversión a Dios ha sido siempre una oferta para todos, que tenemos que llevar a los confines del mundo. Cambiar los medios que nos alcanzan la salvación no puede justificarse por el gran bien que dicha salvación es.
Es necesario recuperar el espíritu misionero que llevo a tantos en el pasado a llegar a tierras lejanas para predicar el evangelio. Ojalá toda la Iglesia recupere el impulso necesario para ser conscientes de que si no llevamos a Cristo a todos, no lo conocerán y así no podrán adorarlo.
Interpretar una oferta de conversión y salvación a todos, siguiendo las palabras del propio Jesús (Mt 28, 19) como una "conquista" es simplemente una falsedad. La prueba está en este escrito del Santo Oficio de 1639. Entonces Urbano VIII era simplemente católico (=universal). Y decir eso, es decirlo todo.
Otros enlaces:
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