(Gracias a mi amigo Carlos Coloma, sacerdote)
No te preocupes demasiado por lo que dicen de ti.
Ni siquiera Dios ha logrado caerle bien a todo el mundo.
Detrás de esta frase con una profunda moraleja sobre la vida, se esconde un pensamiento que debe presidir nuestra existencia: lo prioritario no es la conciencia de los demás, sino la tuya propia. Nadie va a ser juzgado según la conciencia de su prójimo, sino según la suya propia.
Si creo que debo obrar de una determinada manera, aun exponiéndome a la malinterpretación de otros, mi deber es responder a mi conciencia afirmativamente y obrar según ella.
No buscar la complacencia humana en mis actos, sino la divina.
Y esto también puede aplicarse no sólo a los actos morales, sino también a los de la vida cotidiana, que son los que colaboran sencillamente a nuestra felicidad. Si Dios quiere mi felicidad y creo que, sanamente, puedo conseguirla por un determinado medio lícito y moral (una afición, un gusto particular, una sana inclinación, una manera de expresarse en sociedad) no veo porqué he de reprimir dicha acción solamente porque no sea entendida por otros.
La vida incluye el goce ordenado de las cosas que nos rodean. Ahí están puestas por Dios para nuestro sano provecho.
No juzguéis y no seréis juzgados.
Enlaces relacionados:
Negación
Qué hacer cuando nos engañan
Cristo y la Cruz