Jesús tiene muchos amantes de su Reino
pero pocos que lo ayuden a llevar su cruz.
Muchos tienen que desean sus consuelos
pero pocos que aceptan las dificultades.
Encuentra múltiples compañeros de banquete
pero pocos para la austeridad.
Todos buscan gozar junto con Él
pero pocos quieren soportar algo por Él.
Muchos siguen a Jesús hasta repartir el pan
pero pocos para tomar la copa de su pasión.
Muchos quieren a Jesús
mientras no suceda nada adverso.
Muchos lo alaban y bendicen
mientras puedan recibir los consuelos que otorga.
Pero si Jesús se escondiera y los abandonara un poco
de inmediato se quejarían o caerían en la desesperación.
De la Imitación de Cristo 2.XI.1, Tomás de Kempis
Así sucede siempre. Lo cierto es que no es él quien se esconde y nos abandona, sino nosotros quienes le damos la espalda: "Mira que paso y llamo..." No le oímos; está siempre tras nosotros, pero no le vemos.
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