Está comprobado que si, ante un imprevisto, ponemos nuestra mirada y nuestra atención en aquello que nos sorprende y nos sobresalta, inevitablemente terminaremos chocando con el obstáculo. Es un mecanismo psicológico el que nos conduce a aquello hacia lo que dirigimos nuestra mirada.
En la vida espiritual, si fijo mi mirada en Dios me veré conducido hacia Él, pero si me fijo en todo lo malo que me rodea, en mis tentaciones (tan vistosas y tan aparentemente placenteras y seductoras) inevitablemente seré conducido hacia ellas.
Quiero tener puesta mi mirada en Tí, Señor, siempre
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