Hoy les propongo un texto ciertamente largo, pero enjundioso en los personajes que intervienen y en la historia que cuenta. Daniel, uno de los deportados de Judea, comparece ante Darío, rey de los persas, y sufre las consecuencias de sus leyes. Al final leeremos uno de los cantos más solemnes e inspirados en honor al Dios vivo de todo el Antiguo Testamento en boca de un pagano.
Daniel arrojado a los leones (Dn 6,12 - 29)
Entonces aquellos hombres espiaron a Daniel y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios. Luego se acercaron al rey y le hablaron sobre la prohibición:
- Majestad, ¿no has firmado un decreto que prohíbe durante treinta días hacer oración a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?
El rey contestó:
- El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas.
Ellos le replicaron:
- Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a tí, majestad, ni acata el edicto que has firmado, sino que hace su oración tres veces al día.
Al oírlo, el rey, todo sofocado, se puso a pensar cómo salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol estuvo intentando librarlo. Pero aquellos hombres le urgían, diciéndole:
- Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, todo decreto o edicto real son válidos e irrevocables.
Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. Y dijo a Daniel: ¡Que te salve tu Dios al que veneras fielmente!
Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso, y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, de manera que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel.
Luego el rey volvió a su palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir.
Por la mañana, al rayar el alba, el rey se levantó y fue corriendo al foso de los leones. Se acercó al foso y gritó a Daniel con voz angustiada. Le dijo a Daniel:
- ¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones tu Dios al que veneras fielmente?
Daniel le contestó:
¡Viva el rey eternamente! Mi Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones y no me han hecho ningún daño, porque ante él soy inocente; tampoco he hecho nada malo contra ti.
El rey se alegró mucho por eso y mandó que sacaran a Daniel del foso: al sacarlo del foso, no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Luego el rey mandó traer a los hombres que habían calumniado a Daniel, y ordenó que los arrojasen al foso de los leones con sus hijos y esposas. No habían llegado al suelo del foso y ya los leones los habían atrapado y despedazado. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que pueblan la tierra:
"¡Paz y bienestar! De mi parte queda establecido el siguiente decreto:
Que en todos los dominios de mi reino se respete y se tema al Dios de Daniel.
Él es el Dios vivo, que permanece siempre.
Su reino no será destruido, su imperio durará hasta el fin.
Él salva y libra, hace prodigios y signos en el cielo y en la tierra.
Él salvó a Daniel de los leones."
Citas Bíblicas (I): El susurro de Dios
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