El bus ateo en Sevilla

Finalmente, veremos por las calles de Sevilla el famoso bus ateo, el que va a remover las conciencias de medio mundo para que los ingenuos que aún creemos en Dios, nos planteemos si no estamos haciendo el primo.

La medida viene precedida por la taimada prudencia del alcalde socialista de Sevilla, que no se atrevió a implantarla en fechas anteriores a la Semana Santa. Parece que a él le importa mucho el negocio que representa la Semana Santa para muchas personas que se nutren económicamente del gasto que se genera en estas fechas. Aunque hay algo que le importa mucho más: el descenso que sufre en las encuestas electorales.

La Sevilla cofradiera y cristiana ha quedado satisfecha con su Semana Santa, que ha resultado formidable hasta el momento en que esto escribo. Ahora le toca dar satisfacción a la Sevilla rebelde y anticristiana a la que le repatea el estómago cualquier manifestación de fe, y el bus ateo es la excusa perfecta.

A nadie se le niega que al ayuntamiento socialista-comunista le encanta adoptar cualquier medida que sirva para dar una patadita a la Semana Santa y a la fe cristiana, aunque veladamente vaya contra la libertad religiosa propugnada en la Constitución. Esto es lo que tenemos y a nadie debe extrañarle.

Su objetivo fundamental no es el que la ciudad tenga unos servicios municipales decentes, sino estar al servicio de unos planteamientos ideológicos que responden al secularismo y al no-Dios. En ello emplean el presupuesto municipal.

Aún no conocemos el lema que se utilizará para combatir la nefasta costumbre de creer en Dios. Tendremos ocasión de conocerlo. Pero si es tan egoista como el ya sabido "Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta la vida", probablemente tendrá poco efecto.

Esperamos inmediatamente una reacción de congruencia en todas las personas que se muestren favorable a esta medida, que la financien, que la apoyen del modo que sea, mediante el voto o cualquier otro medio, y abandonen las hermandades a las que pertenezcan. O se conviertan y vivan.

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