miércoles, 4 de febrero de 2009
¿Sabemos leer la Biblia?
La Biblia es el mayor compendio de textos de la Antigüedad que han llegado hasta nosotros con una fidelidad que no se reproduce en ningún otro texto antiguo. ¿Por qué no se ha desarrollado convenientemente el estudio de la Biblia?
Me refiero no a que la Biblia no haya sido estudiada sino a que sea tan poco conocida en el público en general, incluyendo el amante de la lectura y la cultura. Yo lo atribuyo a los prejuicios que supone el calificar a la Biblia como la Palabra de Dios, es decir, como algo que ya no sabemos cómo tratar, pues identificamos que un texto sea inspirado por Dios con que sea rigurosa y exactamente histórica cualquier cosa que se cuente en él.
El siglo XX ha supuesto un resurgir de los estudios bíblicos al imponerse su estudio aplicando la lingüística moderna y utilizando el concepto de género literario para su interpretación. En este aspecto, es perfectamente posible que el estudio bíblico, reservado tradicionalmente al mundo judio y, posteriormente, a los hermanos protestantes, haya sido superado por el estudio bíblico católico, mucho más cercano a la naturaleza real del texto y su interpretación. Atrás ha quedado ya el estudio de aquel Obispo anglicano que fue capaz de fijar con exactitud la fecha de la Creación, incluida la hora.
- Géneros literarios -
La Biblia la componen un conjunto de libros que hablan de la historia de un pueblo, el de Israel. Esos libros recogen diversos tipos de textos: leyes, historias, oraciones, poemas, refranes, etc. lo cual es lo lógico ya que estamos hablando de toda la historia de un pueblo.
Si hablaramos de la historia de una familia cualquiera de nosotros y quisiéramos ahondar un poco en su recorrido en el tiempo encontraríamos diversos tipos de documentos: el contrato de compra de su vivienda, la genealogia de sus antepasados, sus fotos más preciadas, probablemente alguna carta de amor enviada en el pasado siendo novios, las oraciones que se pronunciaron el día de su boda, etc. Una amalgama de recuerdos diversos que hablan de una sola cosa: de la historia de esa familia. Al verlo todo en conjunto nos hacemos una idea fantástica de qué han vivido y cómo lo han hecho con el paso de los tiempos. Esa es la Biblia. La recopilación de los documentos de un pueblo a lo largo de su historia como pueblo de Dios.
No es que haya una variedad de textos como algo impuesto: es lo natural, igual que es lo natural que en una familia el archivo de sus recuerdos sea variado.
Por ello, no todos los textos son textos de Historia y, por tanto, no han de entenderse como Historia lo que no es un relato formal de sucesos históricos. Incluso hay que darse cuenta de que cuando los antiguos relataban sucesos históricos no lo hacían con arreglo a la moderna historiografía (ciencia recentísima) en la que importa la precisión del dato que se aporta; en su lugar, lo trascendente para el elaborador de esos textos es su facilidad para la transmisión oral, para que pasara de padres a hijos en las historias que se contaban con tremenda fidelidad a la luz de una lumbre a la caida del día.
- Inspiración divina -
Sobre el papel de la inspiración divina en todo este proceso elaborador de textos se han formulado muchas teorías, pero ninguna recoge el sentido completo de en qué consiste la inspiración divina de los textos bíblicos desde la perspectiva católica. Desde la teoría que dice que el hombre es un mero instrumento de Dios (igual que la pluma es el instrumento al servicio del autor) hasta la que formula que el hombre escribe al dictado de Dios. Sin embargo, lo que sí es aceptado es que si bien la inspiración divina obliga a formular la tesis de que el inspirador de ese texto es Dios, sin embargo ello no elimina la voluntad humana. Es decir, el autor sagrado, al escribir, no es un ángel que escribe al dictado de Dios (como la secretaria escribe al dictado de su jefe) sino que ejerce su propia libertad y así utiliza los recursos literarios que están a su alcance para explicar el mensaje divino. Dios no puede pretender que su mensaje llegue a los hombres por medios sobre naturales, sino que respeta la limitación que tenemos cuando transmitimos
ideas. Para cualquiera de nosotros que escriba, al hacerlo nos cuesta trabajo poner en palabras lo que tenemos en nuestra cabeza, puesto que nuestro medio de expresión, aunque formidable, es limitado. Así Dios respeta nuestros medios limitados de expresión y formula los inabarcables conceptos de su mensaje en palabras, hechos, relatos y mitos humanos, de manera que lo entienda la mayor parte posible del pueblo y no sólo algunos eruditos o cultos.
A todos los humanos nos encantan los mitos, el encasillar lo sucedido: si hablamos de un loco que se creía lo que no era, decimos que es un quijote; es mucho más fácil para nosotros entender un principio moral o moraleja si lo formulamos en una historia con final ejemplarizante al estilo de las fábulas que si lo hacemos en un refrán; si nos cuentan que alguien mató o se suicidó por amor diremos: "Vaya, qué pena" o "Pobre, con lo joven que era", pero si oimos la canción de Mecano "Cruz de Navajas" o leemos "Romeo y Julieta", de Shakespeare, seguramente se nos encogerá el corazón, nos inspirará principios hermosos en nuestra mente, sentiremos compasión por las victimas y hasta derramaremos alguna lágrima, por más que mil veces hayamos escuchado la canción o leido el libro. Somos así y así es nuestra naturaleza. ¿No sería algo natural que el autor sagrado, conociendo cómo somos, utilice esos recursos para explicarnos cómo es Dios, su mensaje y lo que espera de nosotros?
Por tanto, no debemos asustarnos de que en la Biblia aparezcan relatos basados en mitos del mundo antiguo que sirven para explicarnos un mensaje fundamental: que Dios es Creador de todo y el ser humano es el centro de la Creación (Génesis, la Creación).
Si dentro de diez mil años apareciera un texto de nuestra época en el que explicaramos que una persona determinada era un "quijote" en lugar de decir que es un enfermo esquizoide con rasgos de personalidad múltiple (esto me lo estoy inventando. Pido perdón a los psiquiatras si he dicho alguna burrada), ¿restaría algo de validez al mensaje que queremos transmitir aunque estemos utilizando un símil con un personaje de ficción? Vale, es más científico decir lo segundo, ¿pero lo entenderían más personas?. Seguramente ese pueblo de dentro de diez mil años para el que El
Quijote pertenece a una edad oscura del hombre (la nuestra) que no merece la pena estudiar, ¿no necesitaría hacer un esfuerzo para entender la expresión "quijote" que no pertenecería a su cultura? Exactamente igual nos pasa a nosotros con los relatos bíblicos, que tenemos que aprender de la cultura en que nacieron esos textos para encontrar su verdadero significado.
- Conclusión -
Es de reseñar que la fe cristiana se entronque con tan profundas raices en el que fue el origen de la cultura, la fe y los pueblos tal y como los hemos conocidos hasta hoy. Ese Dios del Antiguo Testamento (es decir, la Antigua Alianza en traducción más certera del latín y mucho más hermosa) con sus peculiaridades absolutamente novedosas en cuanto al contexto historico en que se formula su relación con el hombre es nuestro Dios actualizado a través de Jesús, la persona más importante de la Historia Universal.
No hay que dudar que estamos inmersos en una aventura apasionante, una experiencia única y que tenemos la suerte de vivir en primera persona gracias a la Biblia.
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