Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente.
¡Ojalá fuera frío o caliente!. Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca.
Porque dices: "Yo soy rico, me he enriquecido y no tengo necesidad de nada"; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo.
Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas.
Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete.
Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
Apocalipsis 3, 15-21
Él nos lo dice: a los que ama, los corrige. ¿Estamos dispuestos a recibir la corrección del Señor?
¿Nos rebelamos ante la menor adversidad?
Jesús espera a la puerta. ¿Le abriremos?