Cuando se le ofreciere algún sinsabor y disgusto, acuérdese de Cristo crucificado, y calle.
Viva en fe y esperanza, aunque sea a oscuras, que en esas tinieblas ampara Dios al alma.
Arroje el cuidado suyo en Dios, que él le tiene; ni la olvidará. No piense que la deja sola, que sería hacerle agravio.
Lea, ore, alégrese en Dios, su bien y salud, El cual se lo dé y conserve todo hasta el día de la eternidad.
San Juan de la Cruz, carta a una carmelita escrupulosa, 1590.
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